Lollapalooza Chile 2019 – Día 1: Jeans day

Nueve ediciones han pasado. A estas alturas, cuestionar la fórmula de Lollapalooza Chile es un acto inútil e irrelevante. Arraigado en la costumbre, el festival santiaguino dio inicio a su segunda versión con tres días. Promesas del momento, deudas pendientes y platos clichés son parte de la ecuación de esta primera jornada. Así, el foco se aleja de su realización, situándose ahora en una audiencia infanto-juvenil, que con ídolos veinteañeros echa a andar el motor de la instancia.

Es viernes, 29 de marzo. Fecha que paraliza al país desde la dictadura militar. Y adentro del Parque O’Higgins, la dimensión espejo hace una vez más de las suyas. No sólo por la nula conexión con la sociedad ordinaria, sino porque las familias, los oficinistas y los adictos a los psicotrópicos parecen haberse diezmado. Lo que hay adentro son jóvenes cercanos al límite de la pre-adolescencia. Nativos digitales, propensos al internet. Ya sea en grupos o en parejas, la elipse del lugar está convertida en el patio de un colegio.

Como es usual, este jeans day comienza pasadas las doce del día. Allí, Frank’s White Canvas y Playa Gótica abren los fuegos para una jornada que tiene su primer suceso con DrefQuila. Encargado de inaugurar el nuevo Lotus Stage, el coquimbano (21) hace colapsar el lugar con su inmensa popularidad en el streaming. El primer tanto de los centennials aparece en la cancha, cuestionando a una producción que no supo anteponerse al fenómeno del género urbano chileno. La atención ahora está puesta en este sábado, con Gianluca y Paloma Mami presentándose ahí mismo.

Para la tarde, dos emblemas de la música nacional sirven de intermedio. Francisca Valenzuela y Los Tres llegaron hasta los escenarios principales del festival con espectáculos seguros. Mientras que la artista se puso a prueba con reversiones de sus propios éxitos, la agrupación de Concepción enfrentó su primera audiencia masiva en Chile tras la crisis de su vocalista, Álvaro Henríquez (49). Con sonidos y potencias renovadas, la banda logró llegar al público escolar, principalmente con “Un amor violento”, clip de casi cinco millones de reproducciones en Youtube.

4:30 PM y aparece en escena Clairo (20), la estadounidense que en 2017 saltó a la fama con “Pretty Girl”, una casera grabación que gracias a la internet dio vuelta el mundo. Acompañada de una buena banda y talento, la artista que mezcla el lo-fi y el electro-pop se adueñó del escenario, que luego tendría a la británica Jorja Smith (21) y su exhaustiva clase de R&B. Un apoderamiento completo del Acer Stage y su público, que a la vez intriga al estar la cantante más cerca de sonidos tradicionales que de las tendencias pasajeras actuales, teniendo en consideración que estas últimas son las que suelen llamar la atención de la audiencia generacional.

Dueños de un show poco atractivo, los norirlandeses de Snow Patrol pusieron calma a la tarde con sus flashbacks a la década pasada. Un pequeño momento de nostalgia a otra era por parte de una reputación hecha, por estos lados, gracias a la televisión por cable. Sin embargo, a pesar de lo poco llamativo de su espectáculo, a veces los momentos de break como este son necesarios para alivianar la jornada. Mención aparte la llegada al público de “Chasing Cars”, tema famoso por su constante aparición el drama serial “Grey’s Anatomy” y otras producciones de Hollywood.

Algo similar pasó con Vicentico (54), quien en una arriesgada apuesta fue situado en esta jornada semi-juvenil. Dueño de un innegable repertorio, omitido a la vez por él mismo, el show del argentino sirvió para amenizar la tarde, con un target de audiencia similar a lo que se vivió con Los Tres. El sol baja y las familias comienzan a aparecer en el pasto, con el trasandino anticipando los primeros problemas de sonido en el escenario sur. “¿Quieren que me vaya”, pregunta a su público que en realidad alega por la sonoridad del lugar. Pero los mayores inconvenientes vendrían después ahí mismo.

En tanto y en el escenario norte, Greta Van Fleet se anota con otro de los tantos del día. Los estadounidenses liderados por los gemelos Josh y Jake Kiszka (22) ponen a prueba las polémicas de su existencia, con sus exhaustivos ripeos al rock setentero. Cual fenómeno, la agrupación enloquece salvajemente al público con su extensiva parafernalia. El sonido y la interpretación es más que decente y las remembranzas a Led Zepellin vienen y se alejan, tomando en cuenta el tono chillón que su vocalista adquiere en vivo. La duda ahora está puesta en el futuro de la agrupación, considerando si esa energía servirá para salir del hoyo en clave remake en que se fueron a meter.

Con solo dos canciones, los problemas advertidos desatan una crisis de proporciones en el show de Lenny Kravitz (54). Con un sonido que se corta constantemente, el estadounidense se ve en la obligación de parar su espectáculo. Pasa más de media hora de incertidumbre hasta que regresa al escenario, obligado a disminuir la extensión de su setlist. Los temas nuevos desaparecen y Kravitz, uno de los artistas más repasados por las radios locales, bombardea en la nostalgia con canciones de sus tres primeros discos, por allá a principios de los noventa. El papelón del sonido es olvidado, para así guardar en la retina clásicos como “It Ain’t Over ‘Til It’s Over”.

Al final del día y sin tapujos, Kendrick Lamar (31) refutó todos los argumentos en su contra. Arraigado en la oscuridad de su espectáculo, el rapero brindó un repertorio demoledor; casi en solitario y únicamente acompañado de una banda que no buscaba opacarlo. Más allá de la media hora de retraso por el papelón anterior, el estadounidense destacó por su constante imponencia, sin espacios para los rodeos y con la sobriedad como propiedad establecida.

Desde “DNA” a “Money Trees”, con “Alright” y “Humble” como puntos claves, Lamar cerró sin evasivas la primera jornada del festival. Un día marcado por el centenialismo, con apuestas jugadas a ciertos fenómenos del momento. La juventud es un tremendo nicho y he aquí una pubertad en éxtasis, dispuesta a devorar, por sobre todo, cualquier fenómeno del streaming. Ese es el recambio generacional de un Lollapalooza que ya no está dispuesto a innovar en su ecuación general, haciendo a las nuevas audiencias su principal estanque de gasolina.

 

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