Lucas Solovera baja del hotel en Viña del Mar, a horas de su penúltima presentación en Chile en medio de la gira con Alex Anwandter donde es guitarrista. Puede notarse una mezcla de cansancio y entusiasmo, lleva un par de años radicado en Argentina y aterrizó en nuestro país para esta serie de conciertos. Confiesa que los viajes han sido intensos.
Al otro lado de la cordillera, el también productor comenzó a solidificar su propio proyecto: elmalamía. A fines de 2021 lanzó “DRAMA”, su primer disco, que lo llevó incluso a Primavera Sound Buenos Aires. En su tierra natal, sin embargo, no se ha dado la oportunidad de mostrar su música a gran escala. “Todavía me parece extraño tocar en vivo, acá en Chile tuve solo una experiencia acústica“, comenta.
¿Cómo surge esta carrera en solitario?
Empecé a trabajar en Estudios Triana como asistente. A medida que fui adquiriendo conocimiento con lo que me enseñaban Nacho Soto y Leo Mustage, me fue interesando la idea de hacer canciones expresar cómo entendía el mundo.
Entre ir aprendiendo y equivocándome, iba surgiendo mucho la palabra perdón y mala mía, rompí y quemé muchas cosas. No significa que hiciera mal la pega, sino que me equivocaba en cosas que no eran menores. Me quería llamar malamía, pero habían varios artistas que se llamaban así.
Antes de trabajar Triana, ¿había un interés previo por la música?
Tenía una banda de rock fusión (Mangoré) en 2013. Estuvimos trabajando cinco años, y el guitarrista Felipe Paz, que ahora tiene un proyecto solista que se llama Hakana, era el encargado de que tuviéramos hitos: abrimos un show de Chancho en Piedra en el Caupolicán, tocamos en Matucana 100, hicimos giras. Se disolvió y entremedio estaba escuchando otro tipo de música, composiciones más folclóricas porque mi familia está ligada a la música. Mis abuelos eran de una onda folclórica, mi mamá mucho más vanguardista, y no enganché tan rápido en eso. Fue descubrir cosas.
¿Hubo un punto de quiebre que te motivó a dedicar tu vida a la música?
Fui entendiendo que para que las cosas funcionen tienes que trabajar en equipo. No hubo un punto de inflexión, aunque claro, todos cuando chicos pensábamos ser un gran exponente de algo o ser reconocido. Es mucho trabajo, pero también mucha suerte, 50/50. Y con Mangoré no tuvimos tanta suerte, no así en el trabajo en equipo, donde hubo mucha gente interesada por el proyecto. En ese momento me dieron ganas de hacer cosas bajo mi dirección artística.
Decidiste lanzar tu proyecto solista en plena pandemia, ¿cómo fue ese desafío?
Estaba trabajando en Triana, el estudio me quedaba a cinco cuadras. No me cambió tanto: iba a las 10 de la mañana, miraba cómo trabajaban y después me devolvía en la madrugada. Vino la pandemia y era un poco lo mismo, aunque estaba esto de los pases de movilidad, iba en bici, no me pillaban y me quedaba ahí, aprovechando de cuidar los equipos del estudio.
Laboralmente no me afectó tanto, porque se generó esto de producir a distancia. Fue extraño. Con Mangoré dejamos de tocar en 2016 y ahí me acostumbré a que mi vida fuese vivir en el estudio, hacer música y publicarla.
¿Qué tal ha sido vivir en Argentina?
Llegué en un momento muy especpifico, donde la gente con la que me topé me ayuda mucho y me respeta un montón. No digo que no pase en Chile, sino que hay mano para ser más proactivo en ciertas cosas que tienen que ver con invertir tiempo y plata, además porque les interesa el proyecto. Sí creo que mi disco es bueno, pero también sé que si no se mueven las fichas, puede quedarse estancado.
No es que sea famoso ni nada, sino que a la gente le interesa y me pregunta sobre producir conmigo otras cosas. Hay mucha gente interesada por las cosas que estoy haciendo.
Tocaste en Primavera Sound allá.
Pensaba que sería lo peor e iba a salir muy mal, pero fue increíble. Fui con Felipe, él me da mucha seguridad, fue lindo que se diera el tiempo y agradezco que se haya hecho la logística para que viniera. También estuvo Vanessa, que es una amiga y un pilar fundamental de toda la vida. Junto al equipo que trabajé, se dio todo muy bien. Fue rápido, no hubo tantas trabas. Fui con otra mentalidad a tocar en vivo, y eso me hizo sentir bacán. Es el primer escenario grande que me toca, y todo fue demasiado fantasioso.
Debo tener tres cosas muy lindas que me pasan y esa es una.
Pasando a tu proyecto solista, ¿cómo es el proceso creativo?
Fue mucho de hacer lo que me sintiese cómodo, aunque en ámbitos melódicos me empecé a incomodar porque hacía canciones en guitarra y las letras eran súper metafóricas. Ahora decidí contar lo que me pasaba y no ser tan abstracto, sino más honesto con lo que me estaba pasando.
Fue genuino esa parte y mientras iba haciendo las canciones me empezó a hacer sentido la idea de que lo único que una al disco sea mi voz y los estilos sean todos distintos. Creo que cumplí eso, no sé si al 100% porque hay partes del disco que se parecen. Me gustaría que los próximos proyectos haya un reggaetón, y llevarlo un lugar en que me sea cómodo, incomodándome. O derechamente hacer trap. Salir de la zona de confort.
Tiene que ver con mi experiencia también. Estuve solo en una casa gigante, preciosa, y lo hice medio a propósito para saber qué me estaba pasando y qué sentía. Me di cuenta de la cantidad de fantasmas que tenía alrededor y debía solucionar.
Fue pajero también. Hacer un disco no es tan bacán si lo haces solo. Como que lo hice a propósito de eso. Buscar lo más honesto. Me funcionó, aunque no es tan agradable.
Tus temáticas rondan la melancolía y emociones más fuertes, lo que es una estructura súper generacional.
Nos seguimos escondiendo de cosas que nos pasan, pero hay un poco de algo que se sale y no puedes aguantar. Ya no podís tener eso, porque te pasan cosas terribles si te lo guardas y no cuentas qué te pasa.
Siento que a mucha gente le gustó el disco porque solamente apreté el botón publicar y conté lo que me pasaba. No es que sea algo nuevo. Con mis pares es un sentimiento que se habla caleta: que no están tan bien, o que no están funcionando tanto las cosas, o que tuviste un rato en que todo estaba funcionando mal y ahora todo muy bien, pero te atormenta porque es raro.
Siento que responde a un momento específico en Chile en que se mezcló con el movimiento social, sumado a la pandemia y esta sensación de nada, y una euforia que no puedes sacar.
¿Sientes que el chileno es nostálgico?
Creo que sí, siento que es triste. Es una nostalgia particular, porque la entiendo como “qué lindo fue”, pero acá siento que es la angustia de no haber estado ahí antes en vez de decir “no importa, estoy triste y está bien”. Pero ese anhelo de volver y no poder, y eso te vuelve nostálgico, es raro.
Geográficamente, con Argentina, es distinto. Santiago es un valle, cerrado, imagino que en otras regiones pasan otras cosas a nivel geográfico que te afectan emocionalmente. Buenos Aires es gigante, abierto, la gente es eufórica, todos se quieren pegar entre todos. Acá uno se quiere agarrar, pero lo pensai y no lo haces.
Siento que vivimos mucho más la ficción, mientras que en Argentina uno se tira a la piscina desde un edificio.
¿Te ha afectado ese choque de comportamientos?
Ha sido algo que necesitaba. En Buenos Aires hay este lado eufórico que quería obtener, porque creo que a la hora de defender tu proyecto es súper necesario. No puedes estar con los hombros hacia adentro y decir “bueno, ojalá les guste”. Te estoy proponiendo esto, si te gusta, bacán, y si no, bacán también. Lo quería adquirir sin saberlo, y pasando los meses fui entendiéndolo. Me es cómoda esa caricatura de que los argentinos son creídos. Lo son, en el buen sentido, y son súper respetuosos conmigo, además de que me traspasan esa confianza. En todos lados hay pasados a caca, pero tienen eso que falta en Chile.
Ahora bien, en Argentina falta ese lado sensible que tiene la gente en Santiago, donde no todo el mundo se hace cargo de lo que le pasa. Mantener ese equilibrio entre esas nostalgia y euforia es lindo.
¿Qué opinas de la escena trasandina?
Estoy trabajando con una chica allá (Angie), y es brígido cómo defiende su proyecto. La gente en Santiago es más pa’ adentro. En este caso ella es indie, pero furia. Esta idea de los dos mundos me genera mucho cariño. Cuando era más chico, tenía estas caricaturas de la gente en Argentina, sobre cómo me iban a tratar, y es totalmente todo lo contrario. Si confias en lo que estás haciendo, le gusta a la gente, y quieres trabajar, habrá mano para ser cosas. Insisto, también es suerte. Si trabajas mucho, también debes creer que te puede suceder. Acá en Chile la gente cree estar destinada a que no le funcionen tanto las cosas.
Estoy trabajando con un grupo de personas que confía en mí, yo estoy confiando más en mí, puedo cantar en vivo, desafino y no importa, sé que es un proceso de formarse como artista. Siento que en Argentina se apañan todos un montón, y acá no pasa tanto eso.
Somos bacanes, tenemos cosas que suenan bien y podemos exportarlas para que suenen en otros lados, para salir de Santiago e ir a otros lados. Me parece súper importante generar una interculturalidad. Me gustaría irme a otro lado como México, o Colombia. Entender y adquirir cosas de la gente, creo que es súper importante.
¿Has podido llevar al escenario esa mezcla de la melancolía santiaguina y la euforia bonaerense?
Quisiera que tuviese ambas. Estoy trabajando para que el show en vivo sea algo imperdible. Viajar desde el pogo y el momento más triste, como un entretenimiento en serio y no desapegarse de lo que a uno le pasa. Y sí un poco también, no es malo lo uno ni lo otro.
Viendo a Dillom quedé impactado, con su show y la respuesta del público. Me gustaría tener eso. Y tengo que hacer canciones que lleven a incomodarme, porque si bien tengo euforia, siento que estoy más cargado al lado más nostálgico. Quiero ver que tan allá puedo llegar, y que tan genuino se ve.
¿Cuáles son tus desafíos para el 2023?
Estoy haciendo música nueva. Ojalá sacar un disco, tocar en un montón en lugares donde se necesite, como en Chile. La meta número 1 es trabajar por el proyecto. Lo he hecho, pero me gustaría que cada año fuese más.