El 2013, el escritor Walter Lezcano le comentaba a su novia, (medio en broma, medio en serio), que Él Mató a un Policía Motorizado era el soundtrack del fin del mundo. Diez años después, con una pandemia recién superada, pero con nuevos escollos (globales y propios), no sería raro que mantuviesen ese rótulo.
Los argentinos llegaban por primera vez al Teatro Caupolicán, luego del estreno de su último disco “Súper Terror” y cumpliendo veinte años de carrera en que abrieron la tercera vía para la música argentina: fuera de la estética pop o “rollinga”, y abrazando el internet como aliado indisoluble.
Camino que siguieron tanto Niños del Cerro, con un Simón Campusano muy apegado al soundcloud, y que se elevaron dentro de la escena nacional gracias a esta misma herramienta. Para qué decir Las Ligas Menores, que han afianzado lazos con nuestro país a través del mismo camino.
Ambas bandas se sumaron a la celebración, con sus espacios para hacer propia la tarde. La banda nacional, por su lado, comenzaba a recibir a los empapados fanáticos con canciones de “Suave Pendiente”, su último disco, además de las ya coreadas Contigo y Flores, Labios, Dedos; además de la significativa “Sísifo”.
Luego fue el turno de Las Ligas Menores, quienes hicieron lo propio de entusiasmar a un público que hace propias letras pesimistas, sobre las desilusiones y lejanías, de relaciones que ya no funcionan y del propio desgano. Canciones tristes bajo ritmos frenéticos que prepararon el ambiente para el show principal.
Poco a poco los oriundos de La Plata hacían acto de presencia bajo el título de su último álbum, anticipando lo nuevo. Sin embargo, no se puede no comenzar sin “El Magnetismo”. “En este mundo peligroso, tenemos que estar juntos”, una de las tantas declaraciones de principios.
“Tantas cosas buenas”, “Medalla de Oro” y “Diamante Roto” no suman solo una evolución sonora. La búsqueda de un segundo plan, el derrumbe de todo lo bueno y las promesas sin cumplir, las desilusiones, olvidar el primer beso. El desamor en un entorno postapocalíptico es el gran tema detrás de “Súper terror”, porque un corazón roto puede asimilarse al fin del mundo, de tu mundo.
Pero Él Mató también se convierte en catarsis bajo esos versos repetidos que van aumentando en intensidad; en las siluetas mansas ante luces danzantes; en cada previa bajo la lluvia en calle San Diego, en el reencuentro de amigos separados por kilómetros; en cada sorbo de cerveza para preparar las gargantas; en todas las palmas que rozan tu cuerpo mientras nadas sobre las multitudes inquietas; en cada pulgar levantado hacia Santiago como señal de aprobación y agradecimiento.
Gestos que se repitieron una y otra vez, hasta el enérgico cierre del concierto con “Fuego”, “Ahora Imagino Cosas” y “Mi Próximo Movimiento”, hacían fundir al público entre pogos, palmas hacia el techo y abrazos. Un final redondo para consolidar un vínculo que solo es distanciado por la cordillera, pero que se fortalece con cada visita.
Si bien puede parecer paradójico reunirse y gozar en conjunto bajo canciones sobre empujar rocas cuesta arriba, resignaciones y el pesimismo en pleno apocalipsis, aquella noche celebramos como familia, porque, aunque lo bueno se derrumba, todo va a estar más o menos bien.
Él Mató a un Policía Motorizado en Teatro Caupolicán
- El magnetismo
- Un segundo plan
- La noche eterna
- El perro
- Vienen bajando
- Tantas cosas buenas
- Más o menos bien
- Medalla de oro
- Destrucción
- Diamante roto
- El tesoro
- Yoni B
- Excalibur
- El mundo extraño
- Coronado
- El universo
- Moderato
- Ahora imagino cosas
- Fuego
- Chica de oro
- Mi próximo movimiento