Baby Reindeer: espejos frente a frente cansados de reflejarse

Por Ítalo Riviera A.

La elección de Richard Gadd de relatar un evento traumático en su serieBaby Reindeer” (2024) impacta, pero no lo hace porque sea algo novedoso. Bastaría con un barrido rápido por el catálogo de Netflix para observar que más del 50% de las historias que ahí podemos encontrar se han basado en eventos reales, y bien podríamos analizar el por qué, ligado —propongo— a la ansiedad imperante en los espectadores que se sienten más cómodos al tener bajo control el final de lo que están viendo, que dando espacio a sorpresas incómodas. }

No obstante, lo que hace que resalte “Baby Reindeer” por sobre otras series con esta impronta es que quien narra la historia como su personaje principal, es la misma persona que la creó,  produjo y además quien ha vivido los eventos descritos. En tan solo 7 episodios que van entre los 27 y 45 minutos, el escritor, actor y comediante escocés de 34 años propone uno de los ejercicios que más videos, cápsulas de Tiktok o reels y textos motivará este año y el cual, no tengo ninguna duda, se llevará todos los premios posibles.

Comenzaré con su estructura, narrativamente hablando, porque la serie se aprovecha de la fuerza con la que podrá narrar los eventos y los presenta in media res (sí, algo que nos enseñaron en el colegio podemos recordarlo viendo la serie), lo que permite llegar al clímax (y quizá a la catarsis misma) a su debido tiempo, y sin anticiparnos en ningún momento cómo finalizará esta historia.

Con ello se nos permite saber desde el comienzo mismo que Donny (personaje principal interpretado por Richard Gadd), un intento de comediante que sobrevive con un trabajo como cantinero y vive de allegado con la madre de su expareja, se encuentra siendo acosado por Martha, al punto de interponer una denuncia en la policía para evitar a esta última. No deseo expresar más sobre la trama para no caer en spoilers, pero es esencial comentar que la idea principal a desarrollarse no es únicamente lo que vemos en el primer episodio.

Creo que esta decisión es oportuna y eficaz, ya que nos permite enganchar con la serie en tan solo su primer capítulo, sin poder soltarla más (como Martha hace con Donny) y nos obliga a digerir lo ocurrido lentamente, acompañando a los cuerpos dolientes que entablan y quiebran sus relaciones.

Donny comenta en un capítulo una idea que me parece acertada para aproximarnos a uno de los puntos más destacables de esta serie: “lo mejor era el guión, aunque los actores hacen todo el trabajo”. Es justamente en esto último en lo que deseo detenerme ahora: el trabajo actoral de Richard Gadd es increíble, no solo por representar los hechos que marcaron su vida, sino que además por revivirlos frente a la pantalla dejándonos atónitos.

De igual forma, la performance de Jessica Gunning como Martha (actriz a la cual deberíamos reconocer por su aparición en series como “Doctor Who”, “Fortitude” o “Back” y por su participación en la obra “Cuando nos hemos torturado suficiente” en el Teatro Nacional de Gran Bretaña, en donde además comparte escenario con Cate Blanchett) es sencillamente brillante. No me cansaré de decir (o escribir) que se trata de uno de esos personajes que te obligan a pasar por todas las emociones hasta terminar odiándola, comprendiéndola o como ocurrió con Donny, sintiendo lástima por ella. 

Cuestionamos lo que no nos incumbe y damos respuestas que no nos piden. Al menos eso me ocurrió al ver la serie. No podía entender algunas de las decisiones tomadas por Donny. Lo culpaba por lo que le ocurría, le hablaba a la pantalla pidiéndole que por favor hiciera una denuncia o, sencillamente, me molestaba por su actitud. Sin embargo, hacía todo eso debido a que (con esto noto y agradezco lo privilegiado que soy), jamás he sido abusado. Gracias a ello, no puedo entender la postura del personaje principal, ni su actuar en general.

No me atrevo a decir si está bien o mal, porque sencillamente no tengo cómo saber qué haría yo con eventos tan traumáticos como los que él ha vivido. Lo que sí puedo saber, es que los transmite de manera impecable y que la decisión de contarlos sin buscar enmarcarse únicamente como una víctima sufriente hace que Baby reindeer sea una muestra de cómo un evento terrible puede encontrar su catarsis.

Si esta miniserie no se establece como una de las mejores de su tipo del último tiempo, debería estar en el top 10 y lo hace inevitablemente gracias al hastío que transmite. Nos agota, de buena manera (aunque no sé si eso es posible), con todo lo que vemos que hace Martha: los correos, mensajes, llamadas o el seguimiento incesante a Donny (no está de más indicar que, en la vida real, a Richard Gadd le llegaron 41.071 correos, 350 horas de mensajes de voz, 744 tuits, 46 mensajes por Facebook y 106 cartas) y nos permite comprender cómo se sentía el personaje principal viviendo con ello desde 2015 hasta finales de 2017.

Para cerrar este texto, solo me queda declarar que por ver de nuevo “Baby reindeer” pagaría lo que sea que cobre la plataforma de la N en rojo. Por ende, si ya la tienen no hay tiempo que perder, y si no es hora de evaluar conseguir una cuenta con un amigo o familiar. Lo importante, en cualquier caso, es comprender que con esta serie no la pasarán bien, puesto que no busca entretener como la mayoría del catálogo de Netflix, más bien, es tan incómoda como delicada y es justamente aquello, la manera en que va a desequilibrar nuestro día, su arma más poderosa. 

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