Por Ítalo Riviera A.
Este texto se escribe, y propongo que pueda leerse, como si de un menú se tratase. Antes de servirlo, debo declarar que sé tan poco de cocina como de autos, geografía o tenis, pero me siento impulsado a escribir sobre The Bear sencillamente porque probé este plato y me veo en la obligación de recomendarlo. Entonces, como reciben (o no) una recomendación de un amigo, pueden sentarse en mi mesa, puesto que ya está servida si llegaron hasta este punto.
Hasta aquí una breve aclaración. Como todo buen menú serviré una entrada (que consiste en datos generales de la serie), un plato de fondo (que es un breve, pero sentido, análisis sobre la temporada) y un postre (que trata sobre un comentario al que me parece el mejor episodio de la temporada). Según sus experiencias, si ya vieron la serie podrían saltarse la entrada e ir directo al plato de fondo y al postre. En caso contrario, si no la vieron, recomiendo que prueben la entrada, hagan una pausa para ver la temporada completa y luego vuelvan por el plato de fondo y postre, ya que aquellos contienen spoilers (a los cuales podríamos decirles condimentos, para seguir con estas forzadas, aunque funcionales, metáforas sobre cocina).
Entrada: datos generales
Hace aproximadamente un año se estrenó en Hulu (disponible en Star+ en latinoamérica), la serie estadounidense de comedia dramática The Bear, creada por Christopher Storer. La trama se centra en Carmen “Carmy” Berzatto (interpretado por Jeremy Allen White), un joven y destacado chef que regresa a su hogar en Chicago después de trabajar en uno de los mejores restaurantes de Estados Unidos. Carmy decide dirigir un negocio familiar de comida italiana en la ciudad, debido a que le fue heredado por su difunto hermano, quien se suicidó poco antes del comienzo de la serie (tranquilos, no es un spoiler).
Además de ser ampliamente alabada por la crítica especializada, (y por mí, quien los invitó a comer hoy) la serie anunció una segunda temporada que llegará a latinoamérica el 23 de agosto. Por lo tanto, si aún no la has visto, tienes tiempo de sobra para disfrutar de los tan solo 8 episodios de aproximadamente media hora cada uno que se han emitido hasta el momento.
Plato de fondo: análisis de la primera temporada
¿Cómo hablar del duelo? ¿Cómo continuar viviendo después de perder a alguien central en nuestras vidas? La primera temporada de The Bear, más que tratar sobre cocina, busca dar respuestas sobre aquello, y es labor de cada espectador ver si las encuentra. La cocina de Michael (desde ahora, como le dicen sus conocidos, “Mikey”) posee un sistema que no funciona y mantenerlo, como lo hacen todos los chefs en los primeros episodios, es no dejar ir del todo a Mikey. Hay una pérdida y todos la comparten, pero la llegada de Carmy motiva nuevas emociones. Hasta acá una breve aclaración: en la cocina de “The original Beef of Chicagoland” se sufre el luto (ya que este concepto hace referencia al duelo expresado en público), mientras que Carmy se encuentra, a lo largo de toda la temporada, experimentando el duelo (como proceso y experiencia personal) ante la pérdida de su hermano.
Él se encuentra en un espacio que no conoce, pero en un área que domina quizá con exageración. Todos ahí saben que trabajó en la alta cocina y, él mismo, no desea llegar a este negocio a preparar sándwiches. Además de aquello, la llegada de nuevos cuerpos al restaurante incomoda, justamente porque han perdido uno de los más importantes para todos. Carmy no comprende esto de entrada, desconoce que la cocina no funciona porque se encuentra con trabajadores quebrados y, mientras se esfuerza por mejorar las condiciones de trabajo de todos, dar orden a un sistema que no rendía monetariamente y hallar un nuevo menú, está sobrellevando sus problemas de ansiedad que son cada vez más preocupantes:“Tienes un minuto en el que miras el fuego y piensas: ‘Si no hago nada, este lugar se quemará y toda mi ansiedad se irá con él´”, confesará en su cocina.
La serie se esfuerza en explicarnos, capítulo a capítulo, que si no estamos bien con nosotros mismos no podremos estarlo con los demás. Expone situaciones de mucha crudeza sentimental, oscurece la trama, pero la ilumina con humor y entrega posibles salidas. Sé que suena a un cliché, pero lo trabajan con delicadeza y de forma muy efectiva, tanto que acá me tiene escribiendo una breve reseña en vez de continuar con mi trabajo (el cual básicamente es escribir una tesis doctoral). Esto último, porque la serie no se enfoca en mostrarnos cómo se deben solucionar las complicaciones que hay en la cocina, sino dar cuenta del desarrollo de la mayoría de los personajes, sus motivaciones y limitaciones, formas de ser y de interactuar. Cómo y por qué están fracturados, cómo y en qué punto podrían repararse. Una vez se desarrolla aquello y comprendemos qué estaba mal en cada chef, entendemos por qué su estación de trabajo no funciona. De hecho, en este mismo sentido, me parece brillante que al causante del dolor, al “héroe trágico”, a Mikey, recién lo conoceremos en el sexto episodio, mediante un recuerdo que ni siquiera pertenece a Carmy.
Lo mejor de todo es que el guión, las decisiones técnicas y las actuaciones solo aportan a lo que ya he comentado. Ninguna conversación se siente fingida, todo plato nos invita a querer probarlo. Nos molestan ciertas actitudes, pero ninguno parece un personaje de libro, todos son humanos y bien podrían estar sentándose en nuestra mesa y generar un conflicto, pero tampoco alcanzamos a detestarlos por su actuar porque comprendemos en corto que son lo que hicieron de ellos (saben que me refiero sobre todo a Richie). Tema aparte es la actuación de Jeremy Allen White, quien llega a la cúspide de la interpretación en el capítulo 7 y en el monólogo de siete minutos que da en el último episodio.
Postre: el mejor capítulo de The Bear
En un artículo publicado en 1937 en la revista sueca Nordisk Tidskrift titulado “Le possible et le réel” (Lo posible y lo real) Henri Bergson declara una máxima que me parece perfecta para resumir la primera temporada, y en definitiva el capítulo 7, de The Bear: “El desorden no es otra cosa que el orden que nosotros no buscamos”.
Bajo el nombre de “Review”, y escrito por Joanna Calo (aunque dirigido por Christopher Storer), el penúltimo capítulo de la temporada es, a mí parecer, el más brillante y delicioso plato que he probado en mucho tiempo. Si bien inicia con la lectura de una muy favorable reseña que les han escrito, finaliza con el enfado de absolutamente todos, uno de los trabajadores apuñalado, otro sin ganas de seguir ahí, una renuncia y Carmy sonriendo. Lo que era tranquilidad, termina siendo caos. Ese desorden, que Carmy necesita evitar al encontrar el sentido de su vida en la cocina, irrumpe en el espacio y lo reorganiza, cuerpos entran en la escena y otros salen (aunque momentáneamente, por suerte). La imagen final, Carmy comiendo del suelo, simboliza que el restaurante no puede caer más bajo, pero también que se debía alcanzar ese punto para comprender el sentido del viaje. Carmy prueba la dona de Marcus, la misma que él destruyó y reconoce en ella cierta perfección que, en un momento como este de tensión absoluta, lo hace sonreír y entender sus errores.
Realizado con cámara en mano, únicamente dentro del restaurante y con la menor duración de todos los episodios, nos expone cómo el enojo es altamente contagioso y solo aumenta si no se detiene a tiempo. Que como espectadores no podamos dejar de mirar este capítulo, queramos seguir estresándonos con la salida de tickets de compra y compartamos la tensión de la cocina de Carmy se debe en su totalidad a lo maravillosamente ejecutado, en cuanto a guión y técnica, de este. La cámara en mano sigue cada discusión o encontrón, el movimiento se lo entrega alguno de los personajes en la cocina y los seguimos hasta que se encuentra con otro, en donde muta la disputa, no hay consensos y todo escala. En ningún momento la cámara detiene su desplazamiento, son diecisiete minutos de una única toma. Todo se encuentra coreografiado de manera medida. Lo que parecía un episodio en donde el restaurante finalmente encontraba su funcionamiento, se transforma en lo opuesto.
En definitiva, como lo dijo mi abuela en más de una ocasión, el sabor del plato no depende únicamente del valor de sus ingredientes, sino también de cómo y a quién se prepara. The Bear logra transmitir este concepto de manera excepcional: no importa tanto qué se sirve, sino cómo se sirve. No debería sorprendernos entonces que la preparación que más se disfruta hacia el final de la temporada (y que personalmente considero debería ser el final de la serie) sea una simple pasta con salsa de tomate bajo la receta escrita a mano por Mikey, quien la ha dejado como carta de despedida a su hermano Carmy.
Entre tanta cuantificación que existe en los medios y tantas evaluaciones a las cuales nos vemos enfrentados día a día en los estudios o trabajo, prefiero no ponerle una cantidad de estrellas, porcentaje de satisfacción o nota a esta primera temporada. En lo personal, cada vez que me recomiendan algo voy directo a IMDB o Metacritic a ver cómo ha sido evaluado por otros ese objeto, antes de darle una oportunidad a la recomendación de un amigo(a). Quiero creer que esto último se debe a mi ansiedad, algo con lo que combato a cada minuto. Al escribir esto, por ejemplo, no dejo de pensar en la recepción que puede tener. En si será leído o no, en si gustará a alguien, o si (en este caso) la serie será bien recibida, etc. Cuando en verdad debería contentarme con que al menos un comensal haya llegado hasta este punto del menú, probando cada plato que he servido y esperando que vuelva por más. De ser así, apagaré el fuego como lo ha hecho Carmy, esperando a que se encienda en otro texto.