Parasite: un edificio a punto de derrumbarse

En “Parasite”, hasta el olor tiene clase. La séptima película del coreano Bong Joon-ho ha provocado una oleada de buenas críticas por la forma en que lleva a la pantalla la realidad de la que parecen dos Corea, pero que es un problema global, donde bien podríamos estar viendo a dos Chile.

Si “Parasite” fuera un edificio, la familia Kim vive en el -1. Con poca luz, intentan ganarse la vida mientras doblan cajas de pizza, buscando a duras penas el Wi-fi gratis que dejan disponible algunos descuidados vecinos y cuya única vista hacia el exterior da hacia un sucio callejón que alberga carencias, basura y borrachos.

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En el mismo edificio, la familia Park vive en el último piso, en un sofisticado, limpio y amplio penthouse. Tienen la mejor vista de la ciudad, cubierta por una delicada burbuja que los aisla de cualquier realidad que no sea la propia.

Las vidas de los Kim y los Park tienen la misma formación: madre, padre, hijo e hija. Ambas familias chocan a partir de la sobrevivencia de unos y la despreocupación de otros cuando, la ingenua y enamoradiza hija de los Park necesita un tutor, labor que comienza a cumplir el hijo mayor de los Park.

De a poco, la familia Kim va penetrando la burbuja que a primera vista solo esconde una ignorancia tremenda a otras vidas, que solo concibe privilegios (y el desconocimiento casi descarado de estos mismos), lujos y buenos olores. 

Desde sus distintos roles dentro y fuera de la casa Park, todos comienzan a depender entre sí, ya sea de las comodidades de las que se pueden aprovechar los Kim o los servicios y “experiencia” que creen estar pagando los Park. Acá todos son parásitos.

Pero la burbuja se está pudriendo lentamente por dentro y pronto sus entrañas irán mostrando todos sus males, olvidados en el fondo. Acá se hace real esa frase, muchas veces utilizada para darnos ánimo en tiempos más tristes: siempre hay alguien peor que uno.

En días como los que corren alrededor del mundo, no es difícil ver reflejado nuestro día a día en “Parasite”. Una clase alta inconsciente e ignorante de sus privilegios y facilidades para acceder a lo que se les antoje, que no trata con personas sino más bien con servicios, que vive en una burbuja que creen impenetrable hasta que la rabia, catalizada por la desigualdad de condiciones a la hora de enfrentar la vida, la traspasa y es capaz de arrasar con todo a su paso. Suena como un panorama conocido.

Durante su discurso en los Globos de Oro, tras ganar Mejor Película Extranjera, Bong Joon-ho volvió a recorrer el mundo tras enrostrarle a los más cómodos que “una vez que superas la barrera de un centímetro de los subtítulos, conocerás muchas películas maravillosas”.

Una de esas películas maravillosas es “Parasite”, que nos muestra los dolores y consecuencias de la suma de todas las barreras posibles, acumuladas durante años, encerradas en el sótano de un edificio debilitado y que amenazan con escalar de un momento a otro.

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