A fines de marzo, pero marcando el inicio, Mariana Enríquez llegó con “Un lugar soleado para gente sombría”, apuntes de su pandemia que en 12 relatos se convirtieron en mi crónica de fuego.
Mi hogar se hizo ceniza. No en sentido figurado, aunque también da un poco para eso. La calle en donde viví está llena de carpas, casas de emergencia y música de los constructores que intentan levantar las viviendas de mis vecinos, casi todos mayores. Hay de todo en todos lados, menos en mi casa. Los recuerdos se hicieron polvo y el piso cayó como si hubiésemos querido conversar con el diablo, un agujero enorme entre muros que, agrietados por el fuego, se quebrajan dejando puntas al aire y sentimientos al azar. Sobre todo, lo último. Y entre tanta sentimentalidad, como era de esperarse, aparecieron mis fantasmas.
Me pareció difícil pero óptimo. El momento preciso para leer la nueva obra de Mariana Enríquez, “Un lugar soleado para gente sombría”. Hundirme en sus fantasmas, en los sociales y en los míos como prueba de un vivir.
Sigo hace un tiempo el trabajo de esta escritora, periodista y profesora que encuentro gigantesca. Llena de referencias, abierta admiradora de Stephen King, David Lynch y Silvia Plath, con influencias marcadas que desde su pluma contemporánea dan lugar a lo latino, una mezcla entre lo cultural y gutural que puede ser la oscuridad en un espacio como el que habitamos. Protagonistas -casi en su totalidad mujeres- que van de un extremo a otro, se mueven entre dimensiones y parecen siempre saberlo todo.
Nacida en el 73 en Buenos Aires, Enríquez fue galardonada en 2017 con el Premi Ciutat de Barcelona en la categoría “Literatura en lengua castellana” por los relatos de su libro “Las Cosas que Perdimos en el Fuego” y en 2019 con el Premio Herralde de la Editorial Anagrama por su novela “Nuestra Parte de la Noche”.
En esta oportunidad regresó con 12 historias que dan cuerpo a un sentido en común, distintos abordajes de cómo opera el terror cuando se mete en tu mente, cuando no hay lugar físico donde escapar. En la portada “The English Bed”, aclamada obra de Guillermo Lorca García-Huidobro, pintor chileno, y luego, Enríquez. Que regresa con especies distintas de monstruos y nos desenreda algo que une todo lo anterior en lo macabro del cotidiano.
Si pudiera describir más, es un libro que viene directo del vientre materno; uno retorcido que parece parir elementos sórdidos, herencias precarias y generaciones de malestar. Desde la fascinación gótica, la autora da espacio y voz, aunque más diría presencia, a los fantasmas de todos. Espíritus que no descansan, personas sin rostro y mujeres que vuelven convertidas en pájaro.
En sí, la lectura de cada una de las obras de ficción de esta autora, es un viaje de simbolismos que -me atrevería a decir- convergen en un mismo universo: traumas sociales, ruinas de lo político y en general, un reconocimiento a elementos muy presentes en su país natal, Argentina, pero también en el resto de América Latina. Al final, ¿se podría entender uno sin el otro?
Aunque a ratos recurre a lugares que me parecen comunes, como casas embrujadas y bosques oscuros, los vuelcos que dan cada una de sus historias nos dejan también ver la imagen de un terror urbano, lo precario y decadente, las brechas de siempre de la ciudad. Este libro conecta el espacio con lo materno, sea o no el concepto que buscamos. Queramos o no hablar de eso. Y en esa incomodidad, porque también diría es un viaje incómodo, encontramos lo disruptivo. ¿Hay algo más condenado que no querer al hijo propio? ¿Qué es más horrendo que perder la noción de sí?
Además, y para complementar este tour del horror que nos presenta, hay una playlist disponible en su cuenta de Spotify con los temas que inspiraron la escritura del libro. Una dimensión en la que suena Suede, Patti Smith, Lana del Rey, Darkthrone y más.
Sin ir más lejos, “Un lugar soleado para gente sombría” merece no solo ser una lectura, sino más bien una experiencia. Escarbar en este mundo que debe generar horror -y lo logra-, conectar con la belleza del instinto, del cuerpo, lo humano. La naturaleza de ser perseguidos por el trauma y la culpa. Lo vemos en esta nueva entrega de Mariana Enríquez: monstruos que surgen de la ceniza en un universo que alberga con nostalgia y ternura historias del ser mujer, cuerpos enfermos como los propios nuestros, fantasmas congelados en un instante y niños que guardan silencio.