El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco y la belleza de las emociones cotidianas en Amanda

La explosión de la escena independiente en Chile ha dado una serie de bandas con sonidos interesantes y una propuesta que enriquece la percepción de los auditores para con la música nacional. Contar pequeñas historias, de gente pequeña en lugares comunes, con una sensibilidad y una profundidad que erróneamente se reserva a lo sublime.

Amanda (2018), el esperado segundo disco de El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco, bebe de las aguas de la cotidianidad para dejar fluir fábulas dulces y melancólicas. Y digo fábulas porque son historias tan ordinarias que cada cual puede sentirlas propias y aprender de ellas algo. Con una lírica sincera, este álbum continúa lo trazado en su Run Run (2016); una entrega de emociones viscerales que viajan entre el amor, la añoranza y la tristeza.

Desde el punto de vista instrumental, es un disco heterodoxo. La banda se apropia de diversas formas, las que más les acomodan, a la expresión de cada canción. Así, encontramos canciones cargadas de baterías electrónicas, samples, crecendos con guitarras post rock, arpeguios que recuerdan al mejor revival emo y teclados ambientales. Pero por sobre todo, hallamos energía e intensidad sonora que se condice con las letras. También resulta una novedad la utilización de grabaciones, como en caso de Autopoiesis, una forma de comunicar sin necesariamente escribir una letra.

Zapatillas abre el disco con un dulce arpeguio al que sigue una melodía vocal medio rapeada que juega con la guitarra. Nuestro Tiempo, engancha enseguida con una batería redoblada, una guitarra arpeguiada y una voz que crece y crece junto a la canción para luego sobrecargar con una eléctrica tensión post rockEnetra, en tanto, ingresa con una batería tradicional y una programada que dan capas de percusión envolvente. Por otra parte, el constante juego de guitarras a lo American Football, estalla en una pared de distorsión.

La percusión folklórica de Chiripa, como el galope de un caballo, se complementa con un resto de instrumentación pop. Esta canción me lleva a pensar en la música de otra banda de esta generación, Niños del Cerro, por ese equilibrio entre pop de guitarras y folklore. Tristefeliz es quizás el tema más incómodo a la primera escucha. Una guitarra acústica y luego, una instrumentación trap a la que se suma una flauta dulce, acompaña un rapeo desconsoladoTarot, con su batería marchante y una letra mística se condensan con una trompeta que va anunciando el final del disco.

Nota024.m4a recobra la energía con un bajo marcado y bien trabajado que soporta guitarras ambientales y coros desgarrados. Aquí me quiero detener en la incorporación de Bárbara Pérez de Arce como bajista. El trabajo de Bárbara es sólido, seguro y no deja lugar a dudas de la buena química que logró con el resto del grupo. Personalmente, soy seguidor de su trabajo en Velódromo, donde ya demostraba calidad. No obstante, en Amanda, queda patente que además de tocar muy bien, es una bajista versátil.

El cierre del disco, con Último lugar, es la despedida perfecta para este viaje de emociones. Un sample con el sonido del océano y la tranquilidad de un track en que se amalgan baterías electrónicas, guitarras y voces que suenan lejanas, da la sensación de cierre perfecto. Y es ahí, donde todo termina, donde notamos que ECSDLQHP nos ha sacado a pasear sin movernos.

En defintiva, Amanda supera con creces a su antecesor. Es un disco más arriesgado y maduro musicalmente, pero que conserva la inocencia del barrio, de contar las cosas simples que nos pasan. Amanda me recuerda la bolsa que grababa Ricky Fitts en Belleza Americana: un disco que toca temas tan comunes que son absolutos, acompañado de una excelsa instrumentación. Una banda sonora que ensalza nuestras emociones cotidianas hacia la sublime belleza.


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