En estos últimos años, la mítica banda Electrodomésticos nos ha acostumbrado a ocupar dos horas de nuestras vidas con grandes shows. Desde el lanzamiento de “Se caiga el cielo” en el Teatro Municipal, hasta este 2016 han pasado cuatro conciertos increíbles que son han servido para demostrar que son un grupo en buena forma, y que no son sólo un proyecto que entrega buenos discos cada cierto tiempo.
El pasado jueves fue el turno de la celebración de los 30 años de “Viva Chile”, un trabajo atípico en la historia de nuestra música, más cercano a los experimentos vanguardistas de Brian Eno y David Byrne que a las baterías electrónicas de los artistas populares del Billboard de esos días. Ese cassette fue celebrado en pleno con un show a su altura.
Ruidos de máquinas y especies de turbinas sonaron apenas el reloj marcaba las 21 horas, al igual que su anterior gran concierto en el Teatro Municipal hace un año (cuando presentaron el EP “El Calor” bajo una cortina de fuego digital). Nuevamente, los Electrodomésticos remarcaron que lo suyo no es mera nostalgia, sino que también era una nueva oportunidad para mostrar sus credenciales, tocando seis frescas creaciones entre las que figuraron “La ciudad se fue”, “Desamor” y “Dos mil canciones”, las que estarán presentes en su próximo disco.
Luego llegó el turno de un pequeño repaso por sus creaciones más recientes: “Detrás del alma”, “El calor”, “Corazón”, “No me digas” y “Fe de carbón”, con Ángelo Pierattini como invitado a cargo de coros y guitarra eléctrica. Este segmento en especial demostró que los Electro no son sólo una banda de art rock para intelectuales del sonido, sino que también pueden alimentar la energía del cuerpo. Poco a poco, los cuerpos se fueron sacudiendo desde los asientos del Nescafé, dejando fluir el alma a través de cabeceos y excitadas manos apuntando hacia Carlos Cabezas en los coros (“Está el dolor, está tu amor!”). Una euforia contenida que a más de alguno incomodó y que deja en el aire la impresión de que sería más agradable ver a los Electrodomésticos en un teatro sin sillas para la próxima vez.
De pronto, cuando el concierto ya superaba la hora de duración, una emocionada Yolanda Sultana apareció con un vestido de huasa tricolor a saludar al público y agradecer a la banda por su reconocimiento, contando de paso su historia con “Viva Chile”, la pieza que cuenta con la grabación de una conversación entre la mentalista y un locutor radial sobre sus predicciones para 1985, y que ella misma escuchó una vez en Mendoza, según su relato.
Así comenzó el segmento dedicado al celebrado álbum, con una perfecta versión de “Viva Chile” (mérito extra para el bajista Sebastián Muñóz, que supo dar colores propios al virtuoso pulso de Silvio Paredes): “El pájaro”, con Fantasna a cargo de una laptop y máquinas; “Tai Tai”, reinventada por DJ Raff quien hizo sonarla tan pegajosa y bailable como un hit de Blood Orange; “Andy Panda va a Alemania” en versión drum ‘n’ bass gracias a Bitman; y la clásica “Yo la quería” con la banda en pleno.
Aunque se extrañaron temas como “Cariño Malo” y “Sirváse una empanadita”, algunos fueron compensados con dos éxitos que faltaban y que llegaron al momento del bis (“Has sabido sufrir” y “El frío misterio”). Sin embargo, la noche estuvo completa con un show de alta fineza, y que cambió la forma del manoseado concepto del ‘concierto aniversario’, sin quedarse en los laureles de las creaciones pasadas. Acá no hay nada que extrañar, porque algo tan bueno como lo de antes está por venir.