La Sociedad de los Pensantes Muertos

Podemos criticar por un sinfín de razones a los Estados Unidos. Hollywood no se salvaría claramente. Pero no podemos obviar que la industria cinematográfica gringa, nos ha acompañado desde pequeños y a muchos hasta el día de hoy.

Ayer Robin Williams dijo adiós. Ya no está de forma corpórea con su esposa, con sus hijos, o amigos. Ya no tiene que lidiar con el dinero que debía pagarle a sus exesposas. Ni con tener que imponer su sonrisa triste delante de cámaras. Ni con directores, productores, colegas o fanáticos.

El cine suele ser el compañero más fiel y sencillo cuando estamos solos, aburridos, sin ganas de salir al mundo, y no tener que fingir nada ante nadie. Los libros y la música hacen un perfecto trabajo. Sin embargo, el cine (o las buenas series de televisión) nos puede divertir cuando no queremos nada más que estar en un planeta lejano, en una época distante, pero sin tener que movernos de nuestra cama o sofá favorito, sin siquiera utilizar nuestra imaginación. Sólo en él se pueden conjugar casi todas las artes.

Robin Williams será recordado para todos como un “actor de comedias”, fome o divertido, pero de comedias. Para otros tantos, el profesor ‘distinto’ de “La Sociedad de los Poetas Muertos” o el doctor ‘distinto’ de “Patch Adams”.

Las buenas películas no sólo se preocupan de llegar a la resolución de un conflicto (si es que), sino también de tratar temáticas contingentes y dejar instalado desde cierta perspectiva un tema para analizar y discutir.

Prácticamente toda la población del país quiere cambiar el sistema político, educativo y de salud (entre otros), porque sabemos que tal como están, no cumplen a cabalidad, de forma justa y equitativa su rol.

En “Papá por Siempre”, Robin Williams quería ver a sus hijos estando separado de la madre de estos. ¿Qué hizo? Se “convirtió” en mujer, trabajó de nana en la casa y pudo compartir con ellos. En “Busca de mi destino” quería que un brillante joven asimilara que no todo se hallaba en libros. En “Patch Adams”, quería que los enfermos terminales se fueran del mundo con una sonrisa, no podridos en medicamentos.

¿Y en “La Sociedad de los Poetas Muertos”?

Para nadie es un misterio que la educación en Chile requiere de una reforma, con todas sus letras. En la actualidad estamos plagados de profesores mediocres, que no aprueban las mínimas evaluaciones, y otros que no tienen tiempo para investigar, menos para su familia o tiempo libre, porque tienen cada semana repleta de horas de clases y clases. Clases de las normales. Ésas en que te dictan o te pasan guías y libros, escribes, lees y te hacen preguntas escritas (u orales en menor medida) pero en las que generalmente esperan que respondas lo que expertos decían hace siglos, décadas o días. ¿Y el pensamiento crítico? ¿La creatividad? ¿El ingenio?

Williams encarnó en este filme al profesor de literatura Mr. Keating, quien desde un inicio se alejó de la cátedra tradicional, para transformarse en ese híbrido entre padre/amigo/psicólogo/profesor, que no vende una herramienta con su respectivo manual de instrucciones, sino tan sólo les dice cómo (podrían) usarla.

Quizás en Chile no hay suficientes Mr. Keating. O los hay, pero porque tienen que alimentarse y sobrevivir, no pueden salirse de su ‘papel’, el que el Estado les dice que tienen que hacer, al precio que sea.

¿Qué nos queda a nosotros?

Cambiar de a poco. Lo que se pueda, partiendo por nosotros mismos. Atreverse a preguntar, a disentir, a pesar de la autoridad intelectual que pueda poseer la otra persona. Superar la timidez. El miedo. El espiral del silencio.

Si se es profesor, no sólo transmitir lo que otros dijeron hace un tiempo, sino el explicar el porqué estos expertos llegaron a ciertas conclusiones. Qué, cómo, dónde, quién, cuándo y cuánto lo podemos extraer de muchos medios. El porqué no siempre. Y aunque se halle en libros, es la pregunta de la que podemos hasta rebatir por completo una teoría. O a una persona.

Estoy seguro que si nos quedamos sentado escribiendo lo que dice otro y leyendo lo que dijeron otras personas desde lejos, puede que podamos ser profesionales y hasta exitosos, pero… ¿y el pensamiento? ¿Me resigno a no-pensar como la mayoría? Terminaríamos viviendo en la “Sociedad de los Pensantes Muertos”. Los vivos sólo están para repetir.

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