Los Bunkers en el Estadio Nacional, primera noche: Memoria y porvenir

Fotografías por Gerardo Aliaga.


Teatro Providencia, 2002. Teatro Teletón, 2005. Teatro Caupolicán, 2006-2011. Movistar Arena, 2013. De todos esos al Estadio Nacional este 2024 era un paso lógico, y ha sido con una construcción espontánea, hecha del arraigo de sus canciones en el público chileno y de cualquier latitud.

Siempre Los Bunkers se preocuparomn que sus presentaciones más grandes fueran un hito, no solo para ellos, sino también quienes pagaban su entrada para disfrutar de un espectáculo a la altura de sus expectativas.

Lo de este sábado cumplió con todo y los reparos que se puedan tener son casi anecdóticos.

Desde el ingreso de Pedropiedra a las 18:30 con “Valor”, el clima fue de fiesta. Con un setlist que resumió muy bien su carrera, el chileno ahora radicado en México hizo que su labor de haber teloneado a Los Bunkers no fuera solo un mero trámite, al hacer cantar y entretener a parte de las casi 25 mil personas que ya se agolpaban en el recinto de Ñuñoa.

Acto seguido, Fabrizio Capano aprovechó su gran momento y pudo lucir su breve rutina casi en comodidad. Solo detalles que no estaban a su alcance (en galería se escuchaba despacio) complicaron el arranque de una presentación sin precedentes hasta ahora: hacer un stand up en un estadio no es tarea fácil y lo logró.

Tras una hora de hits eternos y a la segura, a cargo de Dj Marcelo Aldunate, un reloj con 5 minutos en cuenta regresiva apareció en las pantallas, con un alucinógeno mix con todas las referencias musicales bisagra del grupo: desde el Number 9 de “Revolution 9” de The Beatles a Los Prisioneros, pasando por temas propios, como una perilla de radio girando sin control, hasta el instrumental “Sacramento” (bonus track oculto de Canción de Lejos) para dar paso al inicio del show.

“Ven Aquí” fue el comienzo perfecto para un concierto que se extendió por tres horas, con un setlist contundente y bien pulido en estos 13 meses que ha pasado la banda retomando su actividad. Las cinco enormes pantallas que cubrieron el escenario sirvieron además para que nadie se perdiera detalles de lo que sucedía y las pasarelas ayudaron a crear la necesaria sensación de cercanía con los músicos.

Con temas como “Te vistes y te vas” y “Canción de lejos”, también se hizo patente la ausencia de Mauricio Basualto en la batería. En su lugar está la artista chilena Cancamusa, debido a los problemas de salud que mantienen aún alejado a uno de los fundadores del grupo. y ha sabido poner su talento a disposición del sonido del quinteto con un pulso firme y un sonido distintivo, que se destaca especialmente en cortes más fuertes (“Ahora que no estás”) o bailables (“Una nube cuelga sobre mí”). A la distancia, el grupo dedicó a Mauro la conmovedora “La velocidad de la luz”.

Tras 11 temas, vino uno de los peaks de la noche: con los tradicionales ponchos a lo Quilapayún, Álvaro, Gonzalo, Francisco, Mauricio y Cancamusa aparecieron en la escotilla número 8, el memorial ubicado en la zona norte del estadio, donde miles de hombres, mujeres y niños que fueron detenidas y torturadas en los primeros meses de la dictadura de Pinochet.

El momento fue fuertemente emotivo y eso se plasmó en las sentidas interpretaciones que el grupo realizó de “La exiliada del sur”, “Calles de Talcahuano”, “El detenido” y “Entre mis brazos”.

“Este lugar es muy especial porque se construyó para recibir y multiplicar la alegría de un país. Pero la historia también nos ha demostrado que un lugar tan bello como este (el Estadio Nacional) en manos equivocadas, puede transformarse rápidamente en la vasija de mucho dolor y de mucho miedo”, reflexionó Mauricio Durán en el memorial.

Luego, mientras las temperaturas que seguían descendiendo, el show siguió con un breve y gracioso interludio a cargo de los muñecos de 31 Minutos, que dio paso al bloque más diverso del recital, con “Una nube cuelga sobre mi”, la notable “Noviembre” y varios hits muy queridos como “Las cosas que cambié y dejé por ti” y “Ángel para un final”.

También hubo un regalo para aquellos fanáticos que esperaban algo más que éxitos en esta ocasión: con bronces, cuerdas y Pedropiedra en teclados, Los Bunkers desempolvaron el medley que cierra su disco más jugado a la fecha, Barrio Estación: “El mismo lugar” / “Tarde” / “Abril”. Una postal notable que dejó a más de algún asistente con una emoción poco contenida.

Ya pasadas dos horas y media de show, y luego de las infaltables “Nada nuevo bajo el sol”, “Bailando solo” y “Miño”, el bis contó con la última sorpresa de este Estadio Nacional: la versión de “El derecho de vivir en paz”, con el propio Víctor Jara con su voz eterna en perfecta sincronía con el grupo, lo que significó en otro inesperado peak emotivo.

Después de un concierto así, una duda habitual podría serD: “¿y ahora, qué?”. En el caso de Los Bunkers parece ser la libertad total. Podrían hacer un show sinfónico, un unplugged, un disco grabado en Abbey Road, un show en Coachella o cualquiera de esos clichés de la industria musical, aparte de nuevas canciones para seguir nutriendo su ya robusto repertorio -que el tiempo ha sabido dar la razón-, para llenar otra vez el Nacional en algunos años más. Es algo que está en sus manos seguir escribiendo una valiosa historia, que con fuerte trabajo y pasión han logrado sostener con rigor, como nunca antes se había hecho en Chile.

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