Lollapalooza Chile 2019 – Día 3: La música por sobre el circo burdo

Pareciera que, en Chile, las únicas acciones con consecuencia son las del mercado. Dominan a la sociedad y convierten a las tradiciones en una especie de día de la marmota, que año a año se repiten de forma casi exacta, apelando a las emociones como motivo de consumo. En la música se puede ver en eventos como este. Pese a ser incomparable en todo ámbito y sólo como un ejemplo, el Festival de Viña lleva décadas con la misma fórmula y los mismos artistas repitiéndose cada ciertos períodos de tiempo. Al igual que, usualmente, logra acertar de manera correcta con las tendencias del momento.

Lollapalooza Chile está siguiendo ese camino. Una constante año a año, en que una variada carta se repite, con músicos que no pisan otro suelo chileno más que el del propio Parque O’Higgins. Y al igual que lo anterior, esta observación no es novedad. Pero la duda sigue aumentando respecto a cómo se innovará en las próximas temporadas, tratando de apaciguar esta monotonía. Es por esto que la tercera jornada de este 2019 deja sentimientos encontrados, con una tremenda solidez musical y artística por un lado, y una fatiga considerable en base a constantes tiempos muertos de las últimas 72 horas. Un efecto mariposa que confirma que todo puede pasar la cuenta.

Adelaida fue la banda encargada de iniciar el día, demostrando el oficio sumado en sus visitas al extranjero. Luego, los clásicos Fiskales Ad-Hok darían cara por el punk en el evento más comercial del año. Con una consolidación de facto, los nacionales protagonizarían una de las imágenes de la jornada, con caricaturas de personalidades derechistas atravesadas por un clavo en la cara. La alusión se transformaría en una polémica banal, que esta mañana llegó incluso hasta La Moneda.

Los uruguayos de La Vuela Puerca tomarían el bastón de las corrientes más duras en el escenario sur. Luego, Gepe abriría el pop de la jornada con un repertorio más que probado. Así, el sanmiguelino llegaría al público interclasista que apostaba por el despejado sol, luego de una noche de abundante lluvia.

El sudafricano-australiano Troye Sivan daría paso al synth pop, en uno de los shows más anticipados de la jornada. Luego, el tremendo Juanes demostraría que el cancionero cebolla siempre estará por sobre la siutiquería y la excesiva y falsa para parafernalia. Guitarra en mano, el colombiano bombardería con hits radiales en un ameno descanso de la tarde, callando bocas al igual que el chileno Américo en la jornada anterior.

Luego, el horario crítico vendría. Mientras que Foals demostraba en su mejor momento su actual potencia, Rosalía hacía valer todo el hype de su debut en Chile, en el tercer escenario del festival.

En tanto, The 1975 haría valer su fama con su eterno loop de indie pop, apelando al fanatismo millenial como puerta de entrada. Con una constante potencia sin altibajos, los británicos hicieron un perfecto repertorio para utilizar el filtro “Neon frame” de Instagram. Sin embargo, la constante explotación de su sonido hace cuestionarse el real peso de su impacto.

Sam Smith encantaría al escenario sur del festival con su potencia vocal, mientras que St. Vincent imponía su presencia y mirada directa en el tercer escenario. Su guitarra afilada se mezclaba armoniosamente con la pista que acompañaba cada canción, en un atrapante momento para la audiencia.

Arctic Monkeys se encargó de cerrar el evento, con un repertorio sólido sin paso para los altibajos. No hay desafinaciones, no hay malas interpretaciones. El único espacio de debilidad es para aquellos que no pueden superar una etapa entre las seis distintas de los británicos.

Sin embargo, los constantes guiños al “AM” (2013) mantienen su show, que tiene como protagonista la antipatía de los isleños. Pero esto no es un punto en contra ante un potente repertorio, hit tras hit, que opaca el vulnerable factor sorpresa de sus antecesores en la línea.

Lo que queda en incógnita es el camino que seguirá Lollapalooza en su décima versión. Agregar un día más, tal como se ha hecho en Estados Unidos, no parece ser la respuesta a la innovación. Aún quedan problemas por resolver, incluyendo algunos dentro del funcionamiento propio del festival.

En tanto, esta tercera jornada pareciera haber quedado bien arriba, únicamente gracias a una selección estable de artistas con un cancionero sobrio y sólido. Todo esto, frente a una gama de músicos que pareciera utilizar, de izquierda a derecha, el cotillón y la sorpresa para justificarse a sí mismos. Un circo burdo que enfrenta con bajos argumentos la constancia real del artista en vivo.

 

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