La declaración de principios de Pedropiedra y Niños del Cerro en Quilpué

Tras el histórico 8M donde miles de mujeres marcharon por todo el país, el panorama nocturno para la región de Valparaíso se instalaba en Trotamundos Terraza de Quilpué. Aquella noche Niños del Cerro debutó en el bar, mientras que Pedropiedra volvía por segunda vez con su banda, tras su estreno en mayo pasado.

Con el correr de la noche el patio de las estrellas comenzaba a llenarse. En las pantallas se exhibían unas mezclas de colores bastante psicodélicas, mientras se veían dos tipos de público, uno para cada presentación. Pasadas las 11 y media de la noche la banda floridana saltó a escena en compañía de Matías Soto, de Armisticio, en los teclados y sintetizadores.

Las Distancias y La Pajarería marcaron un tibio inicio. “Están un poquito tímidos”, declaraba Simón Campusano motivando al público a moverse un poco más. Acto seguido los coros y los saltos se hicieron de a poco presentes en Ropa de Verano y Flores, Labios, Dedos, con José Mazurett marcando los tiempos desde la batería. De a poco el fervor indie comenzaba a asomarse.

El punto de inflexión llegaría al son de Contigo, que generó la primera gran explosión (y samba) de la jornada, seguida por la ambiciosa Lance que mantuvo la fiebre arriba y las cabezas agitándose, sanadas por El susto y el miedo, tema que cerró la exhibición de canciones protagonistas del laureado segundo disco de la banda.

Ya con todo el público en el bolsillo, la adrenalina y las ganas de bailar bien arriba, la banda invitó a mover el bote con José de los Rayos y el catártico cierre con Nonato Coo. Con la compañía de sus seguidores firmes en los saltos y coros, Niños del Cerro logró en su estilo llamar la atención de los asistentes que iban a ver al otro nombre en cartelera.

Cerca de veinte minutos de espera, y un notorio cambio de personas en las primeras filas del bar, antecedieron la llegada de Pedropiedra al escenario. Todos los días, la misma canción que da el puntapie a Ocho, su último disco, inició su presentación en Trotamundos, para posteriormente continuar con Pelusita y Perder Ganar, single que adelanta su nuevo trabajo.

Con la compañía de Leo Saavedra en guitarra, ya parte oficial de la banda, y con Jorge de la Selva, como siempre, en el bajo, el también miembro de Pillanes se le notaba bien contento de tocar en Quilpué, sazonado por la buena recepción que tuvieron desde el primer minuto. Con la bandera de pirata por delante, continuó con la versión cumbianchera de Rayito/Olita y Barco Fantasma, otra de las nuevas canciones.

“Mar para Quilpué” fue un cántico que se asomó desde el público, que incluso contó con la participación de Simón Campusano. Así también, antes de que saliera el ayuwoki, el fenómeno del EO hizo eco en el local, seguido por el mismísimo Pedropiedra. Posteriormente el EO mutaría en LEO, en alusión al líder de Primavera de Praga.

La batería de hits se mantuvo durante más de una hora de show. Desde Las Niñas Quieren, pasando por Para Ti hasta llegar a Vacaciones en el más allá, la noche se convirtió en un karaoke en vivo con una batería comandada por Eduardo Quiroz que sonaba bastante pulcra.

El momento más significativo de la noche llegó luego de La Balada de Jorge González, donde luego de que Pedropiedra dedicara un par de palabras a la conmemoración (y no celebración) del día de la mujer, un puñado de asistentes comenzó a cantar Corazones Rojos. No se diga más, la banda completa los acompañó en la espontánea manifestación, coreada por todos los presentes.

Inteligencia Dormida y Sol Mayor fueron las elegidas para cerrar una noche donde dos generaciones, ambas vigentes, se encontraron y dejaron huella. Tanto así que post partido la tocata fue un comentario necesario en un local de completos. “Además de Pedropiedra tocó otra banda. Los Chicos del Barrio parece que se llamaban, y eran super buenos”, declaró un joven a la espera del bajón.

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