Green Book: amistad y racismo en la carretera

Es 1962 en Estados Unidos. Es el año de la crisis de los misiles con Cuba en plena Guerra Fría, el año de la muerte de Marilyn Monroe y el año en que dos personalidades opuestas, pero igualmente temerarias, conectaron en las carreteras del “Sur Profundo” del país. Se trata de Tony “Lip” Vallelonga y Don Shirley, cuya historia se retrata en “Green Book“, nominada a cinco premios Oscars y dirigida por Peter Farrelly (Todo Por Mary, Amor Ciego, Irene, Yo y Mi Otro Yo).

Tony Lip, de ascendencia italiana, está rebotando entre trabajos ocasionales mientras el club nocturno donde oficiaba de anfitrión se encuentra en renovaciones. Cualquier dinero sirve para mantener a su familia, incluso el que gana comiendo más de 25 hot dogs en una hora por una apuesta.

Por su parte, Don Shirley es un prolífico pianista afroamericano quien encuentra en Tony al chofer y guardaespaldas que lo acompañe en un tour por los “estados del algodón”, históricamente conocidos por su tradición esclavista antes de la Guerra Civil, dejando un nefasto legado de racismo para las futuras generaciones a las que se deberá enfrentar Shirley.

A pesar de las reticencias y prejuicios de cada uno, ambos se embarcan en un largo viaje que promete finalizar en las vísperas de Navidad. La convivencia a bordo del auto se hace difícil cuando las maneras de uno molestan e intrigan al otro: Tony no concibe que Don no conozca música de afroamericanos como Aretha Franklin, Don reprocha constantemente el comportamiento de Tony.

Aunque el compromiso comienza siendo estrictamente laboral, el choque de personalidades comienza a ceder con cada fecha del tour que van cumpliendo. Tony, quien comienza la historia mostrándose solapadamente racista, no evita conmoverse con cada humillación y segregación vivida por Don Shirley, esto sumado a su constante consulta al “Green Book” (The Negro Motorist Green Book”), una guía para viajeros afroamericanos llena de datos de lugares, restaurantes y hoteles donde pueden entrar.

Don Shirley encuentran en las cartas que Tony envía a su esposa una manera de ayudarlo a conectar con su lado más romántico y sensible. Cada vez se aísla menos de su chofer, pero mantiene la distancia característica de un hombre dañado por su entorno, por sus secretos y por lo mucho lo afecta no encajar en ningún lado y con ninguna sociedad, ni blanca ni negra.

Plagada de clichés elaborados exclusivamente para emocionar y convertirse en una contendora fija a los Premios Oscar, no es para nada difícil disfrutar Green Book, mientras te involucras en una historia de profundas grietas emocionales y de la constante presión de mantener una imagen de lo que no se es. Aunque candidatas como Roma y La Favorita puedan mantenerla lejos de las estatuillas, ciertamente la historia de amistad entre Tony y Don (desmentida por la familia del pianista) es merecedora de los aplausos que ha recibido: los mismos que Don Shirley escuchó en su gira de 1962, pero hoy despojados de todo prejuicio y discriminación.

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