El sol jugaba de protagonista en los cielos de Santiago y la espera se hacía insoportable. Fans que desde las horas de la tarde del miércoles comenzaron a llegar a las puertas del Velódromo del Estadio Nacional no aguantaban la espera para entrar a Colors Night Lights.
Las puertas del recinto estaban previstas a abrir a eso de las 16 horas. Sin embargo, por atrasos desde la producción del evento, terminaron abriendo 45 minutos después, lo que retrasó todo lo previsto.
Ya adentro, el centenar de fanáticos que había se agolpó a las rejas para tener la vista privilegiada de los artistas que se presentarían. Así fue como frente a menos de mil personas saltó al escenario el Dj Jinco. El californiano intentó prender los ánimos para el festival, pero no lo logró del todo. A pesar de que el público lo acompañó bailando al ritmo de sus mezclas, la poca gente en el recinto se contrastaba a la energía que tenía el Dj.
La tarde seguía y era el turno de la música nacional. Dulce y Agraz fue la encargada de abrir el espacio chileno de Colors Night Lights. Con una correcta presentación -a pesar de las fallas en el sonido-, la penquista hizo cantar al público, el que la acompañó al ritmo de “Me reparto en ti” y “Súbitamente“. Punto aparte es la banda: con el teclado de Felicia Morales, la batería de Pau Céspedes y la guitarra de Diego González, el show se hizo mucho más ameno. En medio de la presentación apareció el cantante Javier Barría a interpretar “Descansar” con Daniela. La cantante brilló y demostró que puede pararse en escenarios grandes sin ningún problema.
Pasaban las horas y el recinto comenzaba a llenarse. Sin embargo, la cantidad de público aún era baja. Los pocos asistentes disfrutaban de la oferta de bebidas, tragos y hamburguesas que ofrecía el sector VIP y la barbería, maquillaje, spa y merchandising del sector general.
Pero todos estaban ahí por la música y Saiko lo sabía. El grupo celebraba 20 años de carrera y en el escenario del Velódromo ñuñoíno interpretaron sus mayores éxitos que los han acompañado en estas dos décadas. Con la potente voz de Denisse Malebrán, la banda se vio muy coordinada en el escenario, con guitarras muy marcadas y percusiones que llevaban el ritmo de las canciones, lo que llevó a pasar desapercibido los errores en el audio. Los Saiko demostraron que los años ni se notan y que siguen “quemando infinitos“.
Terminado el show de Saiko, ya se notaba una mayor cantidad de público y sobretodo juventud. Y cómo no, si venía la banda con la que disfrutan grandes y chicos; jóvenes y viejos; millenials y gen z.
El reloj marcaba las 8 y a la cancha Foster The People. El show, extrañamente, fue abierto con el relato del Poema XIV de Pablo Neruda en la voz del gps de Waze o Google Maps. Locuras de Foster.
Con el show jugaron a la segura y comenzaron con “Houdini“. El éxito del 2011 fue lo necesario para entrar en sintonía con el público. Las voces corearon la canción de principio a fin para luego dar paso a un setlist que combinaba los tres álbumes de estudio de la banda.
Mark Foster y compañía entregaron un show correcto en lo musical y un tanto pobre en lo visual: la imagen del fondo no varió y solo se leía “Sacred Hearts Club” en luces de neón. Era lindo para las fotos, pero aburrido. Rescatable el juego de luces hipnotizantes y coloridas que armonizaban el escenario y hacían del Velódromo una pista de baile incluso en las canciones más tristes.
Cuando la presentación de los californianos llegaba a su fin, entregaron palabras de elogio a Noel Gallagher. “Es uno de los mejores escritores de todos los tiempos”, declaró Mark. Así fue como “Sit Next To Me” cerraba el show, la que fue presentada con un discurso en español, invitando a “Luchar por lo que es correcto y seguir apoyando a la clase obrera”. “Todos somos familia, tú eres nuestra familia. Todos somos hermanos y hermanas bajo Dios”, sentenció el vocalista.
El momento del cierre se acercaba y los cerca de seis mil aficionados ya esperaban ansiosos por Noel Gallagher y su banda. La espera se hizo nada. Una cerveza y el escenario ya tomaba forma para recibir al plato fuerte de la noche.
Con un mesurado montaje compuesto por una tela que era iluminada con tenues luces de colores que jugaban con las sombras de los miembros de la banda, los instrumentos y una bandera chilena en el fondo, era la hora de Noel Gallagher’s High Flying Birds.
Los ingleses visitaban por segunda vez Chile, ahora con nuevo álbum, del cual se fió para abrir el show: “Fort Knox”, “Holy Mountain” y “Keep On Reaching” fueron las encargadas de meter al público en la atmósfera que proponía. Y funcionó: los fans cantaban las canciones de principio a fin y entremedio metían unos “Olé, olé, olé, olé, Noel, Noel“.
El show seguía y la banda demostraba en un par de canciones el profesionalismo con el que se destacan. Sonidos afinados, expertiz en la coordinación y un Gallagher que te recordaba a los años mozos en Oasis, cuando acompañaba en los coros a su querido hermano, Liam.
A pesar de contar con repertorio suficiente para mostrar un show de su autoría, los fanáticos van con la nostalgia viva y él es capaz de saciar esa sed que los inunda. Fue así como en la mitad del setlist interpretó “Little By Little” y “Whatever“. Dos clásicos de los extintos Oasis, que el público coreó a todo pulmón.
La sobriedad en la propuesta visual era acompañante perfecta para los ritmos de los High Flying Birds, mas no así el público. La baja asistencia al festival desentonaba con el gran show que presentaban los europeos. Pero los pocos que estaban en el recinto de Ñuñoa fueron afortunados y para cerrar la noche, Gallagher y compañía hicieron otros guiños a su antigua agrupación con “Wonderwall” y “Don’t Look Back In Anger” y a The Beatles con “All You Need Is Love“. Así terminó el vuelo de los High Flying Birds.
Gran show para cerrar la primera noche de Colors Night Lights, donde el ícono del brit pop mezcló lo arcaico con lo moderno y le resultó.
Así cerró la primera versió de Colors Night Lights 2018, con algunos puntos a solucionar para la próxima semana. Errores en el audio, baja asistencia, descoordinaciones y puntualidad fueron el punto negro de la jornada. Los desempeños de las bandas y el mejunje de sonidos -que terminó siendo para público de todas las edades-, sumado a las luces que le hacían honor al nombre del festival, lo destacable.
Gallagher, Foster y compañía brillaron. Es el turno de los Blondie que traerán su “Heart Of Glass” a tierras chilenas. Esperemos llegue más gente a la segunda noche y no se derrita.
Fotos por Colors Chile.