“Lance” de Niños del Cerro, como el coloso de Rodas

Una vez, Manuel García, en sus tiempos en Mecánica Popular; explicó que la música de la banda era como el coloso de Rodas, es decir, con un pie en un siglo y el otro pie en el siguiente. Niños del Cerro, la banda que deslumbró a fans y prensa con su debut Nonato Coo (2015), me hace pensar en esa misma dinámica con su segundo larga duración Lance (2018). El coloso de Rodas de Niños del Cerro tiene un pie en lo folklórico y otro en lo eléctrico; en lo latinoamericano y en lo anglosajón.

Por eso, se pueden afirmar dos cosas, de manera preliminar. Primero, Lance es un disco viajado. Un rato te lleva de la mano por ritmos latinoamericanos, atravesando cordilleras y selvas. Luego, te transporta a los paisajes urbanos del rock alternativo norteamericano. Y segundo, también funciona como una máquina del tiempo: a las raíces folklóricas, a las guitarras distorsionadas de los años noventa, a la vanguardia del sonido alternativo contemporáneo.

El disco comienza con el delicado arpegio de Sufre, que lentamente crece y evoluciona a una catarsis de ruido y tierno lamento. A esa entrada, le sigue Contigo, quizás una de las más cercanas a un “hit”. Caribeña, con aires de samba y una letra sincera sobre los extraños caminos del amor. Una canción de más ritmos que melodías, dinámica y enérgica. Por otro lado, enigmática y nortina Flores, Labios, Dedos se quiebra en una oleada de ruido para después recomponerse en su ritmo inicial; todo para acabar arriba, con guitarras ensuciadas otra vez.

Acá quiero agrupar dos canciones que tienen algo en común, tener colaboraciones. El sueño pesa, tiene una batería marchante y un juego de voces exquisito, sacando provecho de la adictiva voz de Chini AyarzaLas distancias, se siente como una canción como para ver pasar el tiempo; un track que parte intenso pero que suaviza esa intensidad para pasar a la emoción cálida de la voz de Martina Lluvias. Ambas colaboraciones demuestran el compañerismo cultivado en la escena para compartir lo creado.

Lance, canción que leva el nombre del disco, es el ejercicio más ambicioso de Niños del Cerro hasta ahora. Una canción técnicamente superior a todo lo que han escrito, en la que juegan con influencias, efectos y tiempos. Ocho minutos de catarsis rockera y folklórica, con un piano fantasmal quebrando el ruido de las guitarras, para que después, previa introducción de una guitarra limpia; un solo tributario del sonido de Los Jaivas. Este es el track definitivo del disco, prodigioso.

Las pulsiones bajan con la melancolía de El susto y el miedo. Una batería contenida que marca el paso de las guitarras y un bajo que serpentean, enredándose entre si progresivamente. La canción que le sucede, Javier y los vientos es otro agradable nuevo horizonte para Niños del Cerro. Si Lance representó la catarsis rockero-folklórica, esta pieza es diametralmente distinta, creciendo entre pianos, guitarras acústicas y samples, cogiendo una atmósfera triphop. Otro ejercicio de audacia de los santiaguinos.

Finalmente, Melisa/Toronjil cierra la última parte del disco, marcada por la introspección y el intimismo. Abordando la pena de una partida desde una lírica sincera, se siente como a pesar de la tristeza de la canción, deja mediante un delicado crescendo la esperanza en el tecito de melisa, bálsamo para el alma. La progresión de la canción recuerda mucho a Mira Niñita de los legendarios Jaivas. Esto quizás es otra cita en un disco enormemente influido por la consagrada banda nacional.

En conclusión, Lance supera con creces a su antecesor. Niños del Cerro demuestra ser una banda audaz, inquieta y con una identidad mestiza que los hace únicos. En cada acorde evocan tanto shoegaze como Nueva Canción Chilena, tanto Pavement como Violeta Parra. Es gratificante encontrar que detrás de cada ráfaga de distorsión hay un eje vertebrador ligado a un sonido propio, un baño de influencias. Niños del Cerro es un grupo que permite atomizar lo que, para mi, representa Latinoamérica: el sincretismo entre lo moderno y lo ancestral; entre sentido sonido de raíz y desatado ímpetu eléctrico.

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