Después de un viernes lleno de presentaciones que marcarán a fuego la historia de Lollapalooza Chile (a ti te estamos mirando, David Byrne), la del sábado partía como una jornada completamente normal. Mientras Santaferia abría los fuegos con la llama de la cumbia universitaria que los representa, todo parecía marchar sobre ruedas en el segundo día de festival.
Alain Johannes Trío hacía retumbar los parlantes, mientras aquellos que buscaban la sombra del VTR Stage se llevaban una de las mejores sorpresas musicales del día. Pero algo pasó. Cuando el público se dirigía raudo hasta el Itaú Stage a presenciar el show de los argentinos de Las Pelotas, las pantallas laterales anunciaron lo que marcaría al sábado 17 en el Parque O’Higgins: “Escenario atrasado por problemas técnicos”.
Una hora de silencio inundó los escenarios principales de la elipse del Parque O’Higgins.
Son los riesgos que se corren cuando se juega a tener dos versiones del mismo festival de forma paralela en dos países. Pronto comenzarían a surgir las primeras informaciones, entre las oficiales y las de pasillo, quedaba claro que los equipos de varios artistas venían con atraso desde Argentina: otros simplemente no alcanzaron a llegar.
La primera víctima fue la banda Spoon, cuyo horario fue cedido por la organización para Las Pelotas y cuyo show fue reagendado para las últimas horas del domingo 18. El reemplazo de AURORA a la cancelación de Tyler, the Creator la misma semana del festival, parecía un problema mínimo a los que debió sortear la organización sobre la marcha del mismo sábado.
Si bien no resultó todo a pedir de boca, el mayor desafío que ha tenido que pasar Lotus desde el primer Lollapalooza en 2011, logró poner en escena a la gran mayoría de los shows programados.
Eran pasadas las 17 horas, cuando la alta convocatoria del VTR Stage recibio la presencia de Mon Laferte, que como viene siendo su esencia cada vez que se presenta en tierras chilenas, entregó un show que dió que hablar. Entre reclamos a la organización que no la dejó usar sus visuales en el escenario, zapatos lanzados al público y un segmento de cuecas innecesario para el tipo de audiencia y festival, la mujer de La Trenza mostró uno de sus espectáculos más distantes.
Y siguen los problemas. Chance the Rapper aparece con varios minutos de retraso, para el alivio de los fans que con paciencia lo esperaban mientras comenzaba a caer la tarde. El rapero necesitará clases de geografía o una mejor memoria para recordar que se presentó en Chile y no en México, como saludó a su ingreso al escenario.
También siguen los cambios. Los escenarios de las marcas Itau y Acer hacen un enroque con las presentaciones de Royal Blood y Anderson .Paak and The Free Nationals, quienes de forma unánime se transformaron en dos imperdibles de la octava versión de Lollapalooza Chile.
“Esta canción es la que ponen cuando llamai al call center” se alcanza a escuchar cuando comienza “It’s Time” en el Itaú Stage. A punta de un hit tras otro, Imagine Dragons trajo la noche al Parque O’Higgins, con un setlist que haría feliz a cualquier agencia de publicidad chilena.
El broche de oro llego minutos antes de las 22 horas. Red Hot Chili Peppers venían a defender el honor tras una decepcionante presentación en el mismo escenario, en 2014. La película se estaba repitiendo, pero logró reescribir un mejor final. Con más energía que hace cuatro años, pero aún no la que cualquier fan espera, la banda comandada por Anthony Kiedis movió a toda la multitud que cerró la noche junto a ellos.
Una presentación que tampoco estuvo ausente de ser parte de la accidentada jornada. Pantallas apagadas y mal enfocadas durante varias canciones, ciertamente no son parte de la performance que los trajo de regreso a Chile.
Un bis y solo en el escenario queda Josh Klinghoffer. Él y su guitarra son los protagonistas por un par de minutos, devolviéndole la vida a Jeff Buckley con un cover de la desgarradora “Lover, You Should’ve Come Over”. Vuelve la banda y “Give It Away” despide la noche entre gritos y fuegos artificiales.
Una jornada marcada por los accidentados atrasos y cambios de horario, que pusieron a prueba la disposición y hasta el profesionalismo de varios artistas. Gran parte de los instrumentos de Oh Wonder no alcanzaron a llegar y el show completo -con luces, baterista y bajista- debió ser reemplazado por una breve presentación de 15 minutos a voz y piano.
Colores Musicales, el show mas corto programado en la historia de Lollapalooza Chile, se presentó en la Aldea Verde en un ambiente de inclusión. La agrupación fue una iniciativa creada por Fundación Lotus especialemente para esta ocasión.
Y en la nota freak del día estuvo la clase de baile de Deep Roy. En las profundidades del escenario de Kidzapalooza, trasladado aún más lejos de donde solía quedar, el actor keniata conocido por su rol de Oompa Loompa en Charlie y la Fábrica de Chocolate, repitió durante 15 minutos el baile del personaje que lo hizo reconocido mundialmente. Además, fue acompañado por cuatro bailarines de la compañía de los Power Peralta. Una rareza que dejó media hora sin utilizar, mientras el público se retiraba y la pantallas del sector de niños volvía a dar trailers de películas.
Tras siete exitosas versiones, sin inconvenientes mayores más que las bajas de algunos artistas de mitad de line up, Lollapalooza Chile 2018 debió enfrentar su primer gran desafío de la mano de los problemas climáticos al otro lado de la cordillera.
Si continúa siendo conveniente realizar ambos festivales el mismo fin de semana, solo el tiempo lo dirá, sin embargo, una cosa es clara: sortear los baches y salir ganando le dan a Lollapalooza Chile la madurez propia de cualquier festival a nivel internacional.
Mientras tanto, las energías son las que necesitan recargarse para volver a lanzarse a una última jornada y maratónica jornada de música.