Lollapalooza 2018, día 3 y final: Asesinos salvando la masacre

Lo del día final de la versión más ambiciosa de Lollapalooza Chile en su historia era algo que se debía reflexionar con más calma. Por primera vez, el festival chileno tenía una tercera jornada, un domingo. Si el viernes la vara había quedado alta, tal como en las siete ediciones anteriores, el sábado todo bajó. El evento a desarrollarse en el Parque O’Higgins nunca había enfrentado problemas como los de ese día, por lo que para el domingo todo indicaba para mejor. Pero el destino no lo quiso así.

A inicios de la jornada final del festival, una noticia llegada desde Argentina sorprendía. El símil trasandino, que desde 2014 se realiza en el Hipódromo San Isidro de Buenos Aires, y que al igual que en nuestro país tenía en esta su primera versión de tres días, se cancelaba por problemas climáticos tras dos fechas realizadas al mismo tiempo y con mismo line-up que el evento del Parque O’Higgins.

Hasta ahí no existían problemas en Chile. Pero cerca de las 14 horas se comenzó a informar que los problemas del día anterior, también causados en parte por su símil argentino, se agravaban aún más. Los artistas que se presentaron allá el sábado, lo harían acá el domingo. Por lo que el viaje express era primordial, sin tener pensada la tormenta que afectó la ciudad porteña. Por eso, la mayoría de los shows en los tres escenarios principales se acortarían y/o serían movidos de horario o escenario, salvo el de los headliners de la noche, The Killers.

Sin embargo, la representación latina que abría los dos stages principales fue un completo éxito antes de que se conociera la noticia anterior. Kuervos del Sur en el escenario Itaú y Moral Distraída en el VTR calentaron los motores con éxito y solidez, mientras que los argentinos de Damas Gratis, uno de los platos más impensados del festival, arrasó con potencia entre el público del día más uniforme en cuanto a estilos. La cumbia había puesto a bailar a los más adeptos del indie.

Pero tras el show de los villeros, que incluyó hasta alusiones a una conocida franquicia de videjuegos en las pantallas, el silencio se apoderó del festival por 45 minutos. Las primeras víctimas fueron Kaleo y The Neighbourhood, cuyos espectáculos programados para los dos escenarios principales entre las 3 y las 5 de la tarde fueron movidos al Acer Stage, con un repertorio más corto pasadas las 7 PM.

Quienes vinieron a salvar la tarde fueron Tash Sultana y el canadiense Mac DeMarco, cuyos shows fueron adelantados y movidos al escenario principal. Allí destacó principalmente el hombre de “Ode to Viceroy”, que con su quinto concierto en tierras chilenas en cuatro años confirmó la consolidación de su fenómeno.

Esta fue la primera vez en la masividad y con un público distinto al de las anteriores ocasiones que, sin embargo, ayudó a mejorar el humilde espectáculo del músico y su banda, que estuvo más enfocado en las bromas: aquí la calidad musical no es tema y cumple de por sí. Mención aparte fueron los dos covers a “High and Dry” de Radiohead, y “Under the Bridge” de Red Hot Chili Peppers, que fueron cantados por el baterista Joe McMurray en un intercambio de posiciones con el mismo Mac DeMarco. Todo en medio de “Still Togheter”, la canción elegida para cerrar la presentación.

45 minutos más tarde de lo presupuestado inicialmente, Metronomy apareció en el stage norte del parque para relevar al canadiense, con el que, originalmente y antes de las re-programaciones de último momento, hubieran coincido por cerca de un cuarto de hora. Por suerte no fue así y el público pudo disfrutar de ambos shows de manera íntima.

Los ingleses, conocidos por su disco “The English Riviera” (2011), enfrentaban por primera vez al público chileno de manera masiva y al aire libre. En sus dos conciertos anteriores en el país, la intimidad de los recintos habían restringido el verlos con plenitud en vivo. Hoy, a años de sus éxitos principales, mucho más maduros, presentaron un espectáculo que salía del estilo intelectual de sintetizadores que los caracteriza. Más libres y muy cercanos con un público de tamaño menor pero fiel, fueron quince los temas tocados que incluyó sus hits “The Bay”, “Love Letters” y “The Look”.

Una hora después, las expectativas estaban puestas en lo que sería el primer concierto solista de Liam Gallagher en el país. Con “As You Were” (2017), un debut discográfico alabado, el ex vocalista de Oasis era esperado por una gran fanaticada no molesta por los quince minutos menos que se presentaría, debido a las re-programaciones. Sabían que gran parte de su show se centraba en su banda madre y que eso era lo que importaba.

Tras iniciar con las clásicas “Rock ‘n’ Roll Star” y “Morning Glory”, el menor de los Gallagher daría a mostrar su debut solista con “Greedy Soul”. Pero antes de iniciar con “Wall of Glass”, principal single del disco, los problemas se harían notar en pequeñas señales como golpes en el pecho. En el lugar todo suena perfecto, pero en la transmisión televisiva las desafinaciones se hacen notar. Liam deja de cantar el primer estribillo. Se da un respiro y lo intenta otra vez. Ahí, en pleno coro, decide abandonar el escenario mientras sus músicos se encargan de finalizar el tema de manera instrumental.

A los segundos, vuelve al micrófono para dar un discurso donde, en su clásica actitud pedante de “rockstar”, anuncia que no puede cantar por su mala calidad vocal. Apela a que es una pérdida de tiempo, da una mínima disculpa y se retira junto a su banda. Las botellas comienzan a llover desde el público, el mismo que se mantiene en el lugar a la espera de que el británico retome el show. Sin embargo, los técnicos comienzan a desmantelar el lugar y a montar el escenario para The Killers.

Han pasado más de veinte minutos y la gente sigue ahí, insultando y gritando por “Noel”, el hermano que hoy Gallagher tanto odia. La sala de prensa es una maquinaria a máxima velocidad y en el backstage no hay signos del cantante. Hace media hora que Liam se ha marchado para no volver.

Pero lo que parece otro hecho desafortunado en un festival ya maldito, es un pase de ida y vuelta para disfrutar otros de los shows, íntegros. Mientras algunos hacen hora para Lana del Rey, Spoon, la notable banda cancelada del día anterior; la misma que fue movida al tercer escenario pero con un horario más estelar; y la misma que ahora, por las re-programaciones, tocaría quince minutos menos, además de coincidir por un cuarto de hora con Gallagher; comienza su segundo show en el país en el Acer Stage.

Con experiencia y solidez, estos cuarentones de Texas muestran su indie rock donde las guitarras predominan. Diez canciones, que originalmente serían quince, son las que Spoon muestra con un enfoque en su últimas cinco placas. “Hot Thoughts”, “Do You” y “The Underdog” son los puntos altos de un show que mereció más atención, pero que también juega con la intimidad como ya es típico en el grupo.

Mientras, a las 9 PM y con un retraso de diez minutos, Lana del Rey convirtió el Parque O’Higgins en un karaoke. Con un escenario con plantas, plataformas y columpios, la estadounidense que se consolidó gracias a la era global del internet encantó y sedujo al público con su presencia onírica y vintage. Para muchos era el plato fuerte del día y la razón principal para comprar la entrada. Punto en contra es su calidad en escena, eclipsada por el abuso de pistas de voz.

Finalizado el último show en el Itaú Stage, el espectáculo de cierre del festival estaba por comenzar. Con un leve retraso, The Killers aparece en escena con dos de sus cuatro hombres que la conforman. Sólo Brandon Flowers y el baterista Ronnie Vanucci Jr. mantienen viva la banda en sus shows, al menos desde el año pasado, acompañados de un enorme staff de músicos en vivo. Es ahí cuando el principal single de su último disco “Wonderful Wonderful” (2017), la pegadiza “The Man”, da puntapié al espectáculo lleno de simbolismos hacia la figura masculina, en un especie de crítica hacia aquello.

Con “Somebody Told Me” la gente arde en llamas y da indicios de que el show se convertiría en el más redondito de los tres headliners. Una banda más renovada en su puesta en vivo, que mejora su sonido comparado a presentaciones anteriores, y que bombardea con hit tras hit al público que ha vivido la jornada más insólita de Lollapalooza Chile en su historia. Al insistir en repasar su etapa 2012-2013, la banda pierde potencia. Sin embargo, Flowers se da el lujo, a modo de mofa y homenaje, de interpretar una versión a pura guitarra de “Wonderwall”, el himno que Gallagher tenía presupuestado cantar antes de su abrupta cancelación.

A pesar de su atraso inicial, el show siguió como estaba pactado. Después de “All These Things That I’ve Done” vino un encore, con la banda bastante lenta para volver a salir. La razón era una sola: Flowers, vestido ahora completamente de dorado, da inicio a la parte final de su espectáculo con “The Calling”, otro de los puntos altos de su última placa. Luego, los clásicos que son coreados insaciablemente por la gente, “When You Were Young” y en especial la frenética “Mr. Brightside”, despiden a la banda en medio de fuegos artificiales. El público está exaltado y feliz, porque acaban de presenciar un espectáculo que les quitó la amargura.

Así, Lollapalooza Chile cerró su versión más ambiciosa hasta el momento. Una especie de refresco y reencuentro ante los ánimos no tan altos por los line-up de los últimos años. Y a pesar de las fallas de las últimos días, las sensación dejada es que la productora a cargo se aventurará otra vez. Mientras se tomen en consideración los errores, externos e internos de esta versión, todo es bien recibido. Únicamente no hay que depender de que un buen show borré las malas experiencias de otros.

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