La cifra entregada por la gobernación dice que la cantidad de asistentes a la cuarta versión del Rock en Conce (REC) alcanzó las 130 mil personas. Este número –que supera el del año pasado (100 mil) y se acerca a los de Lollapalooza (140 mil)- probablemente sea un estimado que cuente a la cantidad de personas que rotó ambos días por el Parque Bicentenario de Concepción, algo que justamente es lo que persigue este festival gratuito con su cartel de vocación transversal: atraer el público más variado posible.
Las jornadas partieron con números infantiles (Los Plumabits el sábado y Achú el domingo) de repertorio rico en estilos –lo que es disfrutable para grandes y educativo para niños-, con una ejecución cuidada (Achú junta a los hermanos Ilabaca con Natisú, por ejemplo) y letras entretenidas. Lo mejor de todo es que en ambas jornadas el público a esa hora estaba constituido por padres o madres con sus hijas en brazos, por lo que se cumplió el objetivo de atraer a ese segmento.
En el siguiente bloque, Lucho Astudillo (sábado) y Fieromonos (domingo) fueron dos bandas a las que les tocó el recambio de público y lo supieron sobrevivir bien, gracias al nombre (y a la fanbase) que se han hecho tocando por años en los locales penquistas. Ambas bandas son numerosas, y esto es justamente lo que las hace tan llamativas: mientras Fieromonos ha sabido pulir su sonido ska con los años, Lucho Astudillo ha logrado una mezcla de blues y folk con hard rock y metal que tiene identidad propia, y nunca descansa en lo predecible. “Esto es lo que siempre quise hacer, pero nunca conocí a los músicos adecuados”, contó luego en la conferencia de prensa sobre el proyecto Aindiao.
Luego, Prenauta (sábado) mostró un rock inquieto y bien ejecutado que evita los clichés del género y coquetea con tempos menos convencionales. Su presencia era una deuda desde la edición pasada, donde pudieron haber cerrado un año redondo de exposición mediática si hubieran sido invitados en lugar de sometidos a la votación popular. Los Adolescentes Sin Edad (domingo) están justo en ese momento, con todos los ojos en ellos, y el momento para invitarlos era el preciso: cerrando el proceso de promoción de su primer EP, en vías de producción de un álbum, y consiguiendo una formación que está sonando mejor que nunca en vivo.
Si bien la popularidad de Adolescentes Sin Edad se probó con la votación que los puso en REC y la gente que fue a verlos –quienes cantaron todo e incluso apañaron al crowdsufring del tecladista-, una buena parte del público llegó a ver a los Kuervos del Sur.
El sexteto curicano ciertamente ha explotado durante el último año (hoy suman invitaciones a Lollapalooza Chile y al Vive Latino en México), y merecen la atención: son del puñado de bandas que cultivan la mezcla de folklore con rock progresivo y logran tener identidad propia, escapando a las comparaciones con Los Jaivas incluso cuando interpretan una canción como “Águila Sideral”.
Peter Ron (domingo), Hades Inc. y Veneno (sábado) dieron la cuota de rock duro local en la parte media del festival, y cumplieron las expectativas de la masa de poleras negras que los fue a ver después de almuerzo: energía, interpretaciones correctas e himnos para cantar con el puño arriba. Lo más interesante fue ver en este contexto masivo a la nueva formación de Peter Ron (que sumó a Daniela Castillo en la guitarra y a Gonzalo Rojas en el bajo, junto a los habituales Rodrigo Infante en voz y Marcelino Jofré en batería), un cuarteto tan afiatado como virtuoso que genera grandes expectativas para su próximo álbum.
El show de Como Asesinar a Felipes (sábado) vino a probarle una vez más a la masa penquista no sólo que es una de las bandas que mejores ejecutantes y mejor sonido en vivo tiene en Chile, sino que también confirmó que siempre encuentran una forma de mutar su sonido y hacerlo propositivo y fresco. Su música no es de estadios, pero Koala Contreras es un magnético MC además de un rapero inteligente, y los invitados (Billy Gould, Matiah Chinaski y el ex tecladista de la banda, Gabriel Paillao) le sumaron un dinamismo a la presentación que encantó a los fieles y conquistó a más de algún neófito.
El domingo en el mismo bloque, Los Miserables trajeron una cantidad de gente que doblaba a la del sábado para hacer un show coreado y mosheado como pocos esta edición. A los clásicos (“Pisagua”, “El Origen de la Violencia”, “El crack”) se sumaron los covers (“Te recuerdo Amanda”, “Qué dirá el Santo Padre”, “No Necesitamos Banderas”, “Uno, dos ultraviolento”), y las banderas mapuche, de Palestina y de Deportes Concepción en las primeras filas.
López (sábado) y Lanza Internacional (domingo) poco tienen en común, más allá de ser bandas cuyo núcleo son dos hermanos, haber alcanzado el reconocimiento con Los Bunkers y haber hecho un cover de Los Prisioneros en su show en REC (“Concepción” en el caso de López, “Corazones Rojos” en el de Lanza). La banda de Álvaro y Gonzalo López debe aún encontrar su identidad sonora y estilística, mientras que el trío de los hermanos Durán ya tiene cierta originalidad gracias a un sonido y carácter que han hecho propio, y que demuestra la madurez que han alcanzado como compositores.
Sinergia funciona bien con grandes multitudes y en contextos populares, y la tarde del sábado en REC no fue la excepción. En la tradición de Los Mox y Los Chancho en Piedra, su música pop llena de tópicos metaleros así como de dinamismo y cierto virtuosismo, tiene letras que exageran (y hasta validan) las ridiculeces del hombre chileno promedio, y por ello logran resonar. Es una banda para saltar, corear y –a ratos- moshear, y eso fue justamente lo que sucedió todo el show, incluso con las canciones de su sexto disco, “La Hora de la Verdad” (2017).
En apenas media hora, Dulce y Agraz (domingo) logró mostrar canciones de su primer EP homónimo de 2015 y adelantar lo que será su primer larga duración, que se encuentra produciendo y grabando en estudios Triana (Providencia) y será publicado el segundo semestre de este año. En el show se advirtió la evolución sonora del proyecto, que se acerca a las artistas de carácter más electrónico a quienes la música cita como influencias de su próximo trabajo: la canadiense Kroy y las colombianas Ela Minus y Elsa y Elmar.
“Me estoy ayudando mucho de una máquina de loops y de baterías programadas. Encontré algo super metafórico en las máquinas: son como una extensión de mis ideas”, contó en su conferencia de prensa luego del show.
En el bloque estelar del sábado, los Ases Falsos atrajeron el entusiasmo de la fanaticada dura, pero no mucho más. No obstante, eso bastó para que las primeras filas se llenaran de gente coreando canciones tan nuevas como “Subyugado” y tan antiguas como “Lobo Mayor”, de la encarnación del conjunto como Fother Muckers.
Lo mismo sucedió con Javiera Mena, quien motivó un recambio de asistentes en las primeras filas cuando Ases Falsos ya estaban afuera del escenario. Con la bandera arcoíris bien alto entre el público, la artista hizo un show cargado al discotequero “Otra Era” (su nuevo single “Dentro de Ti” calzó bastante bien en ese contexto), y demostró lo mucho que ha pulido su sonido y enfocado su puesta en escena para favorecer su cara más electrónica, pero tratando de repartir roles en dos músicas y dos coristas de apoyo que le permiten tener más libertad de movimiento en el escenario.
El domingo, Camila Moreno dio uno de los mejores shows en toda la edición del REC. No sólo por el tratamiento electrónico/trip-hopero que recibieron algunas canciones del increíble “Mala Madre” (2015) y también hits de su primera etapa (“Millones”, “Cae y Calla”), sino por la pulcritud y el cuidado con que la cantautora desarrolla su sonido en vivo: cada detalle está siempre en su lugar, es identificable y audible, y aporta a construir canciones como montañas. Es la única, probablemente junto a CAF, que tiene un desarrollo escénico al mismo nivel de los números internacionales que cerraron cada jornada. Está jugando en otra liga.
Pedropiedra llegó a proponer fiesta con sus canciones más reconocidas (“Vacaciones en el Más Allá”, “Inteligencia Dormida”), hizo el habitual homenaje a Jorge González con la “Balada…” y también reconoció a Los Tres con una versión de “No Me Falles” junto a Leo Saavedra (Primavera de Praga) como invitado en la voz principal.
El sábado cerró con un Parque Bicentenario repleto para escuchar al argentino Fito Páez dar un show de casi dos horas donde mezcló lo más nuevo y lo más viejo, y se dio lujos como ir a cambiarse de ropa mientras sonaba la versión envasada de “El Amor Después del Amor” (el frío de la costanera no daba tregua), y hacer esta versión de “Ciudad de Pobres Corazones” de más de 10 minutos de duración.
Primal Scream, una de las bandas más influyentes en el sonido de la zona, cerró el día domingo en lo que pareció un ritual, un reencuentro con alguien que conocemos de otra vida y una catarsis. No hubo tanta gente como en Fito Páez, la mitad de los asistentes no parecían ser iniciados sino apenas curiosos, la guitarra de Andrew Innes sonaba pasada en agudos y la bajista Simone Butler se extrañó en más de una ocasión. Pero, increíblemente, nada de aquello le quitó intensidad al show ni energía a los intérpretes.
Entre los momentos más notables estuvo el mosh de “Can’t Go Back” y el incesante coro en “Loaded”, que hicieron que las caras de Bobby Gillespie e Innes fueran todo sonrisa. El show duró poco menos de hora y media, pero se sintió como si fueran 10 minutos.
Las cuentas luego de esta versión son positivas: se mantiene el nivel profesional con el que se trata a los artistas y al público, y se sube la vara al invitar a una banda como Primal Scream, no sólo de resonancia histórica sino también relacionada íntimamente con la identidad sonora local.
Comparando con la edición pasada, lo único reprochable es el bajo número de proyectos liderados por mujeres que estuvieron presentes en el festival: apenas 3 en un cartel de 22 (si contamos a las bandas que incluyen mujeres, ese número llega apenas a 6). En la versión anterior, de un total de 20 números musicales, hubo 4 proyectos liderados por mujeres junto a 5 bandas más que tenían al menos una mujer en su formación.
“Ya no tenemos la excusa de que no hay mujeres en la música”, señaló al respecto Dulce y Agraz luego de su show. “Están la Mariel Mariel, la Yorka, la Natisú, Dënver incluso. Y en Conce hay una escena que se ha consolidado gracias a mujeres como la Feña Leiva, Anâloga y Giyil, que están dentro del ciclo Brava”.
Desde la producción artística del evento señalan que la paridad de género nunca fue algo que consideraron al momento de armar el cartel, y que para elegir a los artistas se centraron en aspectos como la rotación mediática, popularidad, trayectoria y calidad del show.
Consultado sobre el tema, el intendente Rodrigo Díaz explicó que existe un jurado de editores de medios locales que es el encargado de hacer una primera propuesta de cartel a la organización (entre ellos estuvo Revista Ruda, por ejemplo, cuya editora general y co-fundadora es la periodista Catalina Cabrera). “Es un ente autónomo a las autoridades quienes trabajan en designar quienes van a integrar el line up, pero claramente hay muchas mujeres que están haciendo muy buena música y yo no tengo dudas que en ediciones futuras eso va a ser mucho más notorio”, dijo Díaz.
Si bien la edición 2019 del festival ya está asegurada gracias a que el proyecto funciona de manera bianual, su continuidad a largo plazo está aún en suspenso. Por lo pronto, según ha asegurado el intendente entrante (el conservador y reconocido pinochetista Jorge Ulloa), el REC debería seguir con apoyo del Gobierno Regional durante el próximo mandato presidencial. Ojalá así sea, pues perder esta plataforma cortaría la efervescencia de la creciente escena local.
Aunque fomentar la creación en la zona no es uno de los objetivos principales del festival (lo organiza Sernatur con apoyo de Cultura para atraer turistas al cierre del verano), su presencia tiene un efecto palpable en la escena musical penquista, y en ese sentido incluso un desplome en la calidad podría significar un enorme retroceso en la profesionalización de la misma. Así que la única opción, el único camino que conviene seguir, es hacia arriba.