Catfish & The Bottlemen en Lollapalooza 2017: Rock de Estadio en potencia

Cuatro de la tarde en el Parque O’Higgins y el sol golpeaba sin pausa ni brisa a la multitud que comenzaba a esperar  en el Itaú Stage con paciencia y mucha sed el debut en tierras nacionales de Catfish & The Bottlemen, la aclamada banda galesa que junto a The 1975 son las nuevas promesas de la música británica, según la crítica. Mientras sonaba al otro lado Alex Andwanter desde el VTR Stage, los encargados de seguridad se robaban la película en la previa al espectáculo, al repartir botellas de agua a la incipiente fanaticada, como si fuesen los Leonardo Farkas de la hidratación.

Un par de minutos después de que ya ningún sonido acompañara la espera, los galeses encabezados por Van McCann (voz, guitarra) pisaban el escenario bajo el aplauso del público, y acompañando una bandera chilena con el logo de la banda.

Sin darse rodeos partieron con Homesick y Kathleen, pertenecientes al vanagloriado primer disco “The Balcony” (2014), lo que motivó desde el minuto 0  a todos quienes se hacían presentes. No importaba el calor, tampoco lo movida que tuvo la jornada hasta ese minuto. Y a los británicos les daba lo mismo todo, el vestir completamente de negro o de mantener una constancia en la potencia entregada. Querían entregar un momento único a sus fans, y para quienes lo veían por primera vez, que debieron quedar más que sorprendidos con la recepción entregada. Coreaban absolutamente todo.

Soundcheck fue el primer tema de “The Ride” (2016), disco que sigue una tónica bastante similar a la de su predecesor, cuestión que también notamos con Anything, no sin antes pasar por la siempre pujante Pacifier. Tras esto, los galeses ya se habían ganado a la gente, con un frenético McCann en compañía de un Johnny Bond (guitarra) que ofrecía una decente ejecución de riffs enérgicos, necesarios para combatir los rayos UV

Eso sí, ya habíamos visto pasar la mitad del setlist en menos de 30 minutos. Cuestión que dejaría pronto con gusto a poco a sus seguidores. Lo que seguía fue otro viaje al primer disco con Fallout, nuevamente coreado por gran parte del Itaú Stage que ya estaba más que entregado a este indie rock inglés, con disposición a convertirse en  futuro referente del rock de estadios. Talento y hambre hay.

Con Twice y la motivadora 7, donde la participación del público alcanzó su ápice, sellaron el paso a su más reciente trabajo, con la que el frontman sacó a relucir tímidamente su camiseta de la selección de nuestro Alexis Sánchez, sin caer tampoco en el recurso facilista de mostrarla al momento de pararse sobre el escenario, y tampoco de manera completa. No había para qué.

El cierre llegaba, para lástima general, ya que se hizo ínfimo el show. La popular Cocoon (canción que aparece en una versión del Fifa) comenzaba a dar punto final a una comprimida pero intensa presentación. Pero aún faltaba Tyrants, que sería el golpe de gracia que permitió que varios se abrazaran y formaran una ronda de felicidad y explosión.

Así Catfish & The Bottlemen se despedía de Chile, esperando volver y así también, darnos una sobredosis mayor de energía, ya que temas como Postpone, Red y Rango quedaron en el tintero de un público hambriento y dinámico. Quizás en algunos años más tengan la responsabilidad de ser uno de los platos fuertes de futuros Lollapalooza.

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