Cuando se pensaba que nada podría sorprender a la fanaticada de Los Prisioneros a estas alturas, más allá de demandas o polémicas que surgen y se desvanecen en forma de tuits, este mes de octubre salió a la venta un nuevo libro sobre el trío, que tiene la propiedad de ser la publicación más importante que se ha hecho sobre esta banda en más de una década.
“Ya viene la fuerza: Los Prisioneros 1984-1986” es un extenso tomo de casi 400 páginas, que surge de una larga investigación que realizó el periodista Alejandro Tapia sobre la eterna banda sanmiguelina. Debido a la gran cantidad de información que encontró en su búsqueda, lo más oportuno fue dedicar su foco de interés en los primeros años del proyecto, comenzando desde que empezó a tomar forma espontánea a través de los cassettes que se compartieron González, Tapia y Narea en 1979 y 1980, además de sus primeros intentos de acercamiento musical.
Con un relato simple, rico en detalles y sin dobles lecturas, Tapia logra en este libro sumar historias desconocidas hasta ahora para hacer del puzzle prisionero algo mucho más completo.
Junto con material de archivo personal y recortes varios, lo vital está en el relato de primera mano de todo el círculo que rodeó a los tres músicos en sus primeros años, en su mayoría ex compañeros de curso, pololas, vecinos y profesores se abren para entregar detalles insólitos de esos días.
De esta forma, nos podemos enterar de hitos interesantes, como el ingenio de González y compañía para armar una ópera rock para explicar la Apología de Sócrates en clases; los detalles de cómo se fueron armando las primeras tocatas en liceos, con ese entusiasmo habitual de un adolescente promedio; la importancia de “Sandinista” de The Clash en su carrera; el paso de algunos jóvenes anónimos hasta ahora que pudieron haber integrado el grupo, y que por diversas razones no pasaron a la historia; la grabación de La Voz de los ’80 y sus demos, al fin con fechas claras; y el relato de cómo fueron presentaciones del grupo cuando ya se hacían un nombre en el país, con el testimonio de aquellas personas que hicieron de productores para llevarlos a Antofagasta, Concepción, Limache o Cauquenes, entre otras zonas de Chile.
Entre medio de estas historias, se cuenta además con la voz de los propios González, Tapia y Narea, quienes hablaron con el autor y que también ahondaron en su historia, como nunca antes se había hecho, con la música como motor principal.
“Con el correr de los meses, los Casio se convirtieron en algo más que meros instrumentos. González sostiene que “eran una declaración de principios y a la vez una propuesta estética. No necesitábamos algo caro para hacer música, sino que algo barato nomás”. (A. Tapia sobre el uso de teclados en Los Prisioneros desde 1985).
Un libro que se deja seducir desde sus primeras páginas y que fascinará a quienes, al menos, tengan ese disco gris de La Voz de los ’80, compraron discos en Fusión o quienes aman la música y más de alguna vez se vieron moviendo el pie al ritmo de “Sexo” o “Mentalidad televisiva”.