“Typhoons” de Royal Blood: Bailando en el caos

“¿Royal Blood? Ah, el bajo que suena como guitarra”, era la primera idea que algunos asociaban a la banda británica tras su debut en el 2014. Un inicio sorpresivo bajo un concepto minimalista pero efectivo: bajo y batería, blanco y negro, melodía y potencia. Su disco homónimo los lanzaba como una de las grandes promesas del rock, pavimentando el camino con “Out of the Black” y “Figure it Out”

Eclipsados por esa presión de ser el “futuro del rock”, por la que han pasado varias bandas durante los últimos veinte años, Mike Kerr y Ben Thatcher decidieron ir a la segura y consolidar su sonido en “How did we get so dark?” (2017). Con hits como “I Only Lie When I Love You” y Lights Out” levantaron tierra en su primera, y por el momento, única visita a Chile en marzo del 2018. Esa idea vaga evolucionó para ser respetados y considerados como carta fuerte en cada festival.

Tras ese concierto, el fin de la gira y siete años en constante paso de escenario en escenario, varias cosas han pasado. En especial al frontman y bajista Mike Kerr. Luego de pasar por el turbulento ascenso de una estrella de rock, decidió dejar la bebida e iniciar un proceso de sanación y  acabar con demonios internos, los que se transformaron en el leit motiv deTyphoons”, la tercera placa del dueto.

Ante tanta turbulencia, personal y global, parecía aceptable que para este nuevo trabajo decidieran mantenerse en su propuesta sonora. Pero no, Mike y Ben decidieron dar un paso más, uno con más ritmo.

“Trouble’s Coming” da el vamos al disco, tal como lo hizo como primer sencillo promocional lanzado durante fines del 2020. Fue el primer aviso de la mezcla entre su sonido original y nuevos elementos que terminan entregando un color distinto, rescatado influencias de Daft Punk y Phillipe Zdar. Una onda mucho más bailable, apelando al groove.

Las percusiones de Ben Thatcher parecen encontrar su lugar feliz entre la potencia y el ritmo. Apoyado por los coros y notas altas de Kerr en “Oblivion” y “Typhoons”, canción que despertará más de alguna estampida cuando vuelvan los conciertos masivos.

A medida que vamos avanzando por los once temas del disco, notamos una progresión de sintetizadores y coros femeninos que acompañan la dualidad simple, pero efectiva de la batería y el bajo, que nuevamente confundirá con un riff guitarrero a algún nuevo oyente.

Sin embargo, en el tránsito de este tifón, pasamos por momentos más planos, o que no logran cautivar a la primera escucha con “Who Needs Friends”, “Million and One” y “Either You Want It”. Todas estas relatan los episodios oscuros del frontman con su adicción a las bebidas. La soledad, los demonios internos y una pequeña luz de esperanza son tópicos que se van repitiendo. Temáticas que según el propio Kerr “sin sobriedad, este álbum y banda no existirían”.

Uno de los puntos altos del disco es, por lejos, “Boilermaker”. Lo primero que se te vendrá a la mente al escuchar los primeros segundos es Josh Homme. Y justamente el líder de Queens of the Stone Age fue el productor de este último sencillo de adelanto, imponiendo su espíritu salvaje y desértico, añadiendo esos patrones para mover las caderas, que también se propone en “Limbo”. Un elemento que el propio Homme intentó aplicar en su último disco “Villians”.

Luego de pasar por otro tranco más irregular, llegamos a la sorpresa final. Porque además de abrir la puerta a las luces de discoteca con melodías más bailables, el dueto abre una pequeña ventana con “All We Have is Now”, presentando una mayor vulnerabilidad reflejada bajo el compás de un piano, dejando de lado sus acompañamientos tradicionales e invocando a un futuro menos caótico.

Dejando de lado los singles lanzados con anterioridad, y otro par de canciones, pareciera que costará digerir un poco el resto del disco más allá de un par de escuchas, dejando abierta la pregunta si es que será o no el trabajo consagratorio de la banda. Sin embargo, tal como ha ocurrido con otras agrupaciones, los británicos prefieren escapar de la presión de ser los “salvadores” de un género que vive mutando y no tiene necesidad de un mesías, tomando el vértigo de avanzar junto al tifón.

Un camino más sanador es relatar tus propios demonios bajo tus términos, arriesgando cuando corresponde y sin perder la esencia. Entre tanto caos, interno y externo, Royal Blood nos recuerda que la chaqueta de cuero no solo sirve para levantar polvo, sino que también para salir a bailar.

 

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