Lily Allen – No Shame (2018): Conversaciones necesarias

Íntimo, personal y altamente biográfico. “No Shame”, el cuarto disco de estudio de Lily Allen, bien podría ser una conversación con un viejo amigo al que no ves hace mucho tiempo. Uno de esos intercambios de palabras donde las declaraciones fuertes no dejan de estar ausentes porque necesitas ponerte al día y relatar un gran episodio de tu vida.

Así le pasó a la mujer de “Who’d Have Known”, que por poco más de 51 minutos nos mantiene escuchando sus penurias, frustraciones e ilusiones sin ningún pudor ni vergüenza, como apunta el título que le dió a la placa.

Notoriamente separado en tres episodios, “No Shame” tiene como principal motor e inspiración la separación de Allen de quien fuera su marido -y de quien es padre de sus dos hijas- Sam Cooper, cuyo matrimonio duró cuatro años.

A la defensiva

Que comiencen a correr las canciones, porque en el reencuentro con su público después de Sheezus (2014), Lily Allen tiene mucho que contar. La culpa de ver su vida expuesta en redes sociales y en los tabloides forman parte de la apertura de esta larga conversación en “Come On Then”, en un inicio de disco que raya la cancha inmediatamente.

Giggs (en “Trigger Bang”) y Burna Boy (en “Your Choice”) colaboran en este episodio que se presenta a la defensiva, poniendo todos los antecedentes de la mesa y donde la intérprete de “Littlest Things” comienza a compartir parte de las culpas del fin de su matrimonio.

Los tragos de más

El segundo capítulo de “No Shame” es el más personal en la historia musical de Lily Allen. Acostumbrados a sus confesiones amorosas en discos anteriores, la mujer detrás de “Smile” ya no sonríe tanto y abre la puerta para que escuchemos cómo se siente vivir en un caos tan grande como el suyo.

La sonoridad también cambia. Lily baja un par de cambios y todo pareciera como si esta conversación entró a un campo de la intimidad que solo se logra con tiempo y, quizás, un par de tragos. “Family Man”, canción que se filtró el pasado mes de abril, es una carta abierta a su ex marido Sam Cooper entre frases como “estás mejor sin mi” y “necesito mi tiempo lejos de ti”.

Un puñado de frustraciones que exponen su relación más seria, que dio como fruto a sus dos hijas y que terminó como ella nunca quiso: pareciéndose a la relación entre su padre y su madre. “Supongo que la manzana no cae tan lejos del árbol”, recita Allen múltiples veces en “Apples”, como el peor de los mantras al que se tuvo que acostumbrar a cargar.

La culpa maternal también se hace presente. Después de revelar su fracaso matrimonial y compararlo con el de sus padres, “Three” queda abierta a la interpretación. ¿Se trata de Lily Allen retrocediendo en el tiempo y contando su propia experiencia, o es ella poniéndose en la piel de sus pequeñas hijas que la ven partir cada vez que una nueva gira comienza?

El sexo, el alcohol y las drogas están lejos de ser geniales, canta la británica, pero cualquier cosa sirve para intentar volver a sentir algo después de tan notable decepción. Hasta aquí, el cielo pareciera mantenerse nublado, pero los rayos de sol comienzan a colarse a través del disco.

Pasas que cosan

Que no hay mal que por bien no venga, que todo pasa por algo. Dicen por ahí y también lo interpreta Allen en la última parte de su disco, especialmente con “My One” y “Pushing Up Daisies”.

Tras un par de heridas sanadas e ilusiones renovadas, pensar en una nueva relación ya no parece tan descabellado e imaginarse con una persona a los 80 años es una posibilidad cada minuto más plausible.

Con una sonoridad que navega entre el pop, el reggae y la música electrónica, “No Shame” no es uno más de esa larga lista de “break up albums” a los que nos acostumbran los artistas, después de potentes momentos personales. Y es que esa conversación Lily Allen ya la tuvo.

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