Jack White y su Boarding House Reach: porque puedo, porque quiero

Jack White nos mal acostumbró. El músico de Detroit es un icono musical para los amantes de las guitarras afiladas y distorsionadas. Un “blues man” vivo y fresco, no una estatua o grabaciones míticas de los años 40. White, desde su actualidad, desde su desplante en el escenario y su propuesta responde a un arquetipo de rockstar que todos preconcebimos (y quizás buscamos desesperados, bueno, eran inicios de los 2000).

Digo que White nos mal acostumbró porque desde los tiempos en The White Stripes que construyó la imagen a la que me referí en el párrafo anterior. Hablar de su trabajo era referirnos a guitarras eléctricas salvajes y minimalistas, a un groove de lamento y energía. White siempre fue (o mostró) ese híbrido entre muchacho inquieto tocando en el garage de su casa y un melancólico y curtido hombre de Lousiana.

Su última producción, Boarding House Reach (2018) representa un golpe a nuestra costumbre, una reconversión del Jack White que todos conocemos (o creíamos conocer). Y digo golpe porque al momento en que el primer track, Conected by Love, suena; chocamos con lo desconocido. Coristas, un teclado lisérgico y un ambiente sintetizado definen el tema inaugural del LP. Personalmente, me sentí muy extraño al escuchar este White, ya saben, uno lo preconcibe aún como el guitarrista furioso de sus anteriores proyectos.

Tanto en Conected by Love como en Why Walk a Dog, Jack White bebe de la vertiente más soul de su arsenal. En tanto, Corporation es un experimento entre percusión tribal, ambientes bailables y una guitarra distorsionada. El oriundo de Detroit no olvida sus principales influencias, retribuye a esos ya préteritos y seminales sonidos afroamericanos el valor que se merecen.

Hypermisophoniac es de los tracks más raros del disco. Al escucharlo, quizás, el fan más purista de White quite el disco y se moleste.  Y es que el músico juega con el ruido de cosas cotidianas y el acompañamiento de instrumentos que arman una atmósfera extraña y contradictoria a ratos. Por la misma línea de peculiaridad corre Ice Station Zebra, donde un trasfondo funkie y electrónico acompaña el rapeo de Jack White. Si, choca al principio, pero al final, este disco trata sobre eso.

Over and Over and Over es el tema que más nos recuerda al White enérgico y rockero de tiempos anteriores, quizás por su naturaleza fue elegido como single. El resto del disco es más o menos homogéneo en propuesta, volviendo a ese diálogo entre “autotrangresión” y costumbre. Humoresque, el corte final del álbum, trae mi canción favorita y, tal vez, el mejor cierre en los discos solistas de White. Un piano que se apaga cargado de melancolía termina con este paseo por el pasado, presente y futuro del músico.

En resumidas cuentas, Boarding House Reach es un ejercicio de Jack White, es una jugarreta (en un buen sentido). El músico trata de romper sus propios esquemas sin dejar de ser fiel a sí mismo. White apuesta por el “y que pasaría si…” a lo largo de todo el álbum. No busca inventar la rueda, ni estar de moda ni en absoluto ser transgresor; este es Jack White en su propio límite. Rompe el minimalismo garage de sus proyectos anteriores y se encamina en una dirección más propia, más heterodoxa y grandiosa de su propia música. El músico invita a los oyentes, y hasta a sus fans más acérrimos, a que desdibujen su idea de él.

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