“Gilda: No me arrepiento de este amor”: El viaje de la heroína

Cuando se anunció el rodaje de “Gilda: No me arrepiento de este amor” (Lorena Muñoz, 2016), mucha gente dudó de lo que verían prontamente en cines; el filme que retrataría la vida de Míriam Alejandra Bianchi –más conocida como Gilda– sería dirigido por una documentalista sin experiencia previa en la ficción, protagonizado por una uruguaya radicada en Argentina, y estrenado en el aniversario Nº 20 del accidente automovilístico que acabó con su vida. En resumen, era una historia difícil de abordar. Por un lado, la crítica esperaba el filme con cierto resquemor, considerando la notable ausencia de filmes de temática biográfica en la cartelera transandina. Por otro lado, los fanáticos más acérrimos de la cantante de cumbia tan sólo querían presenciar un homenaje que honre la memoria de su ídola. Afortunadamente, puedo asegurarles que el primer bio-pic de Lorena Muñoz es un filme dotado de una increíble sensibilidad artística, poderosas actuaciones, y un sólido y cuidadoso guión que retrata las turbias experiencias que Gilda tuvo que vivir para convertirse en una popular cantante tropical, o, como sus seguidores prefieren recordarla, una Santa.

Independiente de su lugar de origen y producción, los filmes biográficos suelen ser algo formuláicos en su propuesta. Generalmente, guiones de este tipo toman como base algún hecho principal en la vida del personaje, y el resto del filme suele relatar la historia de cómo el o la protagonista llegaron ahí. “Gilda: No me arrepiento de este amor”, no es la excepción. La película comienza con una toma continua en la cual observamos un féretro al interior de un auto fúnebre, rodeado de llantos, flores, y fanáticos. Es Gilda. Esta es su muerte, su ascenso a la santidad popular, y la historia de cómo llegó a esto. Sin embargo, lo que destaca a este bio-pic del montón, es su aparente apego por “El Viaje del Héroe”, un patrón narrativo identificado por el mitógrafo estadounidense Joseph Campbell en su libro “El Héroe de las Mil Caras” (1949).

Utilizado principalmente en historias fantásticas o de carácter épico, Campbell resume el llamado monomito de la siguiente manera: «un héroe se aventura fuera del mundo del día común hacia una región de maravillas sobrenaturales; fuerzas fabulosas se encuentran allí y una victoria decisiva es obtenida; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgarle beneficios a su semejantes». Claramente, los caminos de Gilda se vieron exentos de maravillas sobrenaturales, pero la manera en que Tamara Viñes guionizó su vida y Muñoz la retrató, permite realizar una serie de paralelos con lo descrito por el mitógrafo estadounidense, y así evidenciar la mayor virtud de este filme/homenaje. ¿No me creen?A continuación podrán encontrar leves spoilers de “Gilda: No me arrepiento de este amor”. Quedan advertidos.

  1. Mundo ordinario: La historia comienza cuando Gilda (Natalia Oreiro) era una simple maestra jardinera que vivía con su madre, esposo, e hijos.
  2. La llamada de la aventura: Gilda decide asistir a un casting a probar sus dotes de canto.
  3. Rechazo de la llamada: Gilda clasifica, pero decide no asistir a las grabaciones por miedo al cambio.
  4. Encuentro con el mentor: Gilda acepta los consejos del productor Toti Giménez (Javier Drolas), quién se ofrece como guía en la escena musical.
  5. Cruce del primer umbral: Gilda abandona su labor como maestra, y decide adentrarse en el turbio mundo de la producción de música tropical.
  6. Pruebas, aliados y enemigos: Ya en su faceta de cantante, Gilda se enfrenta a un público difícil, encuentra una banda, y confronta al ambicioso productor “El Tigre” Almada (Roly Serrano). De esta manera, aprende las reglas del mundo del espectáculo.
  7. Acercamiento: Gilda, lentamente, consigue ganarse el cariño de la audiencia.
  8. Prueba difícil o traumática: A pesar del buen recibimiento del público, Raúl (Lautaro Delgado), el esposo celópata de Gilda, se encarga de hacerle la vida imposible, lo cuál resulta en su abrupta separación.
  9. Recompensa: Gilda acepta el quiebre en su núcleo familiar, se sobrepone a fantasmas de su niñez, y es tratada como una Santa en vida por sus miles de seguidores.
  10. El camino de vuelta: Raúl es víctima de una enfermedad que imposibilita el cuidado que le da a sus hijos, así que Gilda debe dejar de lado el mundo del espectáculo y retomar su rol de madre.
  11. Resurrección del héroe: La enfermedad de Raúl logró reunir a la pareja, pero esto retrasó la carrera artística de Gilda, que, entre lágrimas y emociones encontradas, decide finalizar su relación con Raúl de una vez por todas, tomando aquellas malas experiencias como eje principal en su carrera de cantautora.
  12. Regreso con el elixir: Gilda vuelve a reunirse con su madre y sus hijos –de los cuales se había distanciado debido a su desmesurada popularidad– y, en paralelo, se reencuentra con su público, proclamando su historia de desamor en formato canción entre sus fanáticos del «mundo ordinario».

Fin de los leves spoilers.

Sé que puede sonar bastante disparatada la comparación, pero así de increíble es este filme… y eso que esta es tan sólo la ambigua columna vertebral de la historia. Hay muchas cosas que apreciar en “Gilda: No me arrepiento de este amor”, desde el inigualable desempeño de Natalia Oreiro en el papel principal, hasta el increíble trabajo de Daniel Ortega, su director de fotografía. El problema principal es que un par de párrafos nunca le iban a hacer justicia a un largometraje de esta magnitud, así que un ligero análisis de la obra es lo mínimo que se puede hacer para demostrar lo épico e igualmente íntimo que resultó ser el retrato transandino de la fallecida cantante tropical. Si la encuentran por ahí, mírenla. No se arrepentirán.

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