24 años pasaron para que Axl Rose, Slash y Duff McKagan retornaran juntos al Estadio Nacional. Todo ha cambiado en la capital y en el mundo. Las caras de aquellos que estuvieron en el ’92 están más arrugadas, pero siguen vibrando con las mismas melodías. Sus hijos los acompañan, mientras el color negro y el cuero artificial se imponen por sobre el rojo, azul y gris del Julio Martínez Prádanos. Lo de Guns N’ Roses es una oda al pasado, un reencuentro con la nostalgia potenciado por un mar de pantallas LED gigantes y teléfonos inteligentes.
Y si el mundo ya no es el mismo que el de la época en que eran su banda más importante, pareciera que lo mismo debía de hacer la agrupación. Sorprendentemente, atrás quedaron las interminables horas de retraso para que el grupo comenzara su show. A las 21:07, y tras la música de los Looney Tunes y The Equalizer de Harry Gregson-Williams, McKagan y su bajo dan la partida con It’s So Easy, haciendo saltar a los casi 60 mil asistentes del Nacional.
La pirotecnia enciende el lugar y suena Mr. Brownstone, tema del Appetite for Destruction (1987) compuesto por Izzy Stradlin, el mismo que hoy se extraña en el escenario. Luego viene Chinese Democracy y el primer vistazo al único disco que Rose pudo sacar sin ningún otro fundador presente. Welcome to the Jungle sería la nueva explosión para un público en que predominaban los fans, al igual que los que iban sólo por los grandes hits.
A pesar del potente sonido de la banda en cuanto a instrumentos, sin desafinaciones y todos conectados inalámbricamente con la última tecnología de punta, Rose haría notar los años con sus forzados falsetes que se perdían entre la distorsión de las guitarras. Si bien su voz logra llegar a los tonos adecuados, el bajo volumen se suma a lo que pareciera un interruptor que corta el sonido cada ciertos segundos. Y simplemente no era un problema técnico.
Vendrían Double Talkin’ Jive y Better, el single promocional del ya mencionado Chinese Democracy para adelantar lo que sería la tónica de las siguientes dos horas: una mezcla de hits con algunas canciones de antaño y un relleno con solos de guitarra innecesarios, covers y temas de su sexto y último disco. De alguna forma había que hacer valer el elevado precio que la banda ha cobrado para su retorno.
La sorpresa la darían con Estranged, canción que por fin tocarían en Chile con Slash y McKagan presentes, y que sería seguida por su ya clásica versión de Live and Let Die de Wings -que el propio Paul McCartney diría alguna vez que sus hijos pensaban que era de autoría de Rose y no suya- Rocket Queen de su placa debut y You Could Be Mine, con la que desatarían al público una vez más.
Tras esto, sonarían New Rose del The Spaghetti Incident? (1994) y original de The Damned, This I Love -otra de su disco de 2008- y las clásicas Civil War y Coma. Slash se robaría la película cuando interpretaría majestuosamente en guitarra Speak Softly Love, la melodía de Nino Rota compuesta para The Godfather (1972), siendo acompañado por el resto de la banda. De ahí, Sweet Child O’Mine, el mayor hit en la historia de Guns N’ Roses, sería entonada con pasión por los 66 mil asistentes al concierto.
Un gran punto de estos renovados GNR son los integrantes que acompañan a Rose, Slash y McKagan. Dos de los cuatro provienen de la época en que el cantante giraba por el mundo sin ninguno de sus viejos amigos. Richard Fortus en la segunda guitarra y Frank Ferrer en la batería se suman a Dizzy Reed -quien toca desde 1991 en la banda- y la nueva integrante Melissa Reese, ambos en los teclados. La combinación de los cuatro con los viejos estandartes del grupo logran un muy buen destape musical en vivo, en especial por el bajo y las percusiones.
Un dueto entre Slash y Fortus marcaría el cover instrumental a Wish You Were Here de Pink Floyd, para que luego Rose apareciera en medio de la pasarela con su clásico piano negro y la tremenda November Rain, sin duda, la mejor de la jornada. Vendrían la conocida versión para Knockin’ On Heaven’s Door de Bob Dylan y Nightrain. Tras dos horas y cuarto de show, las luces se apagarían para así la banda retirarse en el único encore de la noche.
Don’t Cry abriría la parte final, convirtiéndose en el segundo mejor acto de todo el show. Una sorpresa, ya que en Perú no la tocaron a favor de Patience, la cual el público extrañó considerablemente. Sería seguida de un innecesario cover a The Seeker de The Who para ya cerca de las doce de la noche cerrar con Paradise City, conocido epílogo en sus recitales. El público aplaudiría a más no poder, coreando uno de sus más grandes éxitos.
El paso del Not in This Lifetime Tour por Chile dejó a una fanaticada contenta, a pesar de ser un show que se destacó más por la majestuosidad instrumental y el espectáculo pirotécnico, que por la calidad interpretativa de Rose y la innovación en todo sentido. Sin duda, esta nueva etapa mostró a unos Guns N’ Roses en su segundo aire, el mismo que quizás debieron tener hace diez años. Después de esto, esperemos que el trío original se motive a volver a la composición, para así justificar que todo esto no fue sólo por dinero.