“El Niño y La Bestia”: Una fábula moderna

El 2016 viene siendo un gran año para el cine de animación. Disney ya se lució con “Zootopia”, Pixar con “Buscando a Dory”, Laika con “Kubo and the Two Strings” (DC desaprovechó la opción que tuvo con la pobre adaptación de “The Killing Joke”) y ahora Mamoru Hosoda vuelve triunfante para mostrarnos “El Niño y La Bestia”, la quinta película de su filmografía (que comenzó con la película de Digimon, no olvidar).

“El Niño y La Bestia” cuenta la historia de Ren, un niño que tras la muerte de su madre entra accidentalmente a un mundo paralelo habitado por bestias antropomórficas donde los humanos no son aceptados por miedo a la maldad que hay en su interior. Allí conoce a Kumatetsu, una bestia similar a un oso, quien lo toma como su discípulo mientras se prepara para competir por ser Señor, y así poder reencarnarse en el tipo de dios que quiera.

Lo que hace tan interesante el cine de Hosoda es su capacidad para tomar historias simples y llenarla de pequeños detalles que le permiten tratar temas profundos. En cierta forma toma las mismas ideas de su anterior trabajo, “Wolf Children”, y los expande para, a través de la historia de un pésimo maestro que debe enseñarle a un pésimo estudiante, tratar cuestiones como la identidad, la soledad y la importancia de las personas con las que uno crece, a la vez que toca tangencialmente la paternidad y la necesidad de cuestionar un plan de vida establecido.

El niño y la bestia 2

La película se toma su tiempo para mostrarnos la difícil relación de Kumatetsu y Ren, y los primeros 30 o 40 minutos desencantan un poco. Sin embargo, desde el comienzo del segundo acto comienzan a aparecer varias subtramas que incorporan nuevos personajes y nuevos conflictos, y ahí es cuando “El Niño y La Bestia” se vuelve un deleite, dando un giro en una dirección que es difícil prever al entrar al cine. Pasa de ser una entretenida película de animación, a una fábula más inteligente de lo que parece a primera vista.

Técnicamente el filme brilla con luces propias: cada plano pone mucha atención a los más mínimos detalles y la animación está al nivel de lo que Zootopia consiguió en lo digital, pero en animé. Es un gusto poder ver esta película en un cine, con una pantalla gigante y un sistema de sonido que haga justicia a la gran banda sonora de la que hace gala. Además, destacan especialmente las escenas de pelea, que aunque no saturan la película (la batalla es el motor principal de la historia pero no ocupa demasiado tiempo en pantalla), se sienten viscerales y con mayor peso emocional que las de muchos blockbusters del año (sí, ustedes, Suicide Squad y Batman v Superman).

Las falencias de la película vienen dadas por una particularidad del género; hay dos personajes cuyo único rol es el de comentar y explicar las acciones de los protagonistas. Esto suele ocurrir en las películas de animación japonesa más dirigida a un público infantil, pero aunque visualmente esta puede ser una película familiar (está más cerca del cine de Miyazaki que de cintas como Ghost in the Shell o Akira, en lo que a violencia gráfica se refiere), temáticamente está dirigida a una audiencia más madura que no creo que necesite de esos dispositivos para entender la trama.

El niño y la Bestia 3

Además, el ritmo se siente disparejo. La película se toma mucho tiempo en presentar a los personajes, y luego se apura hacia el final. Cada arco argumental termina con alguna escena gigantesca y pomposa, y aunque se agradece que se dé cierre a todos los conflictos -y buenos cierres, además- queda la incómoda sensación de haber visto el final para que luego se presente una nueva batalla. Cando se suceden dos o tres conclusiones, inevitablemente cada una le va quitando peso a la anterior y genera una sensación de anticlímax.

Aunque con algunos inconvenientes menores, “El Niño y La Bestia” es una película incapaz de dejar a nadie insatisfecho. Con un film sólido tras otro, Hosoda está pavimentando el camino para convertirse en el próximo gran director y escritor de animación japonesa y es inevitable compararlo con lo que hicieron Miyazaki y Studio Ghibli hasta 2013. Si quieren ver una película entretenida, preciosamente animada y sorprendentemente más profunda de lo que aparenta, aprovechen de ver en el cine “El Niño y La Bestia”.

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