Crítica: “Buscando a Dory” – Un mar de lágrimas

Hace trece años, se estrenó “Buscando a Nemo” (Andrew Stanton, 2003), una inteligente película animada que apeló a la curiosidad de los más pequeños de la casa con coloridos paisajes acuáticos, pero mantuvo la atención de los adultos al tratar temas como la sobreprotección en la paternidad y el eventual desapego de los hijos. Alabada tanto por la crítica como por los fanáticos del género, es considerada por muchos una de las mejores películas de Pixar. Hace algunos días, las salas de cine de todo el mundo recibieron a “Buscando a Dory” (Andrew Stanton, 2016), la secuela que nadie pidió.

La trama es simple. Un año después de dónde nos dejó la película anterior, Dory (Ellen DeGeneres) recuerda la existencia de Jenny (Diane Keaton) y Charlie (Eugene Levy), sus padres. Con ayuda de Marlin (Albert Brooks) y su hijo Nemo (Hayden Rolence), la amnésica pez se embarcará en una búsqueda a lo largo del Océano Pacífico en base a la única pista que puede recordar respecto al paradero de sus padres: “La Joya de Morro Bay, California”.

A diferencia de la mayoría de las secuelas innecesarias que suelen aferrarse a la nostalgia para el desarrollo de su trama, “Buscando a Dory” no se enfoca tanto en elementos de la película anterior como lo pudo haber hecho. Los primeros 20 minutos de metraje dan la impresión de estar viendo una reinterpretación de la fórmula que hizo exitosa a la original, pero una vez que la protagonista sale de su zona de confort, y se encuentra con extravagantes personajes como el pulpo Hank (Ed O’Neill), la trama se torna completamente impredecible.Andrew Stanton y Victoria Strouse crearon un guión que expandió el mundo acuático que ya conocíamos, permitiéndole a los creativos de Pixar presentarle a la audiencia nuevos escenarios hermosamente renderizados, sin restarle importancia o cambiar de manera radical el comportamiento de los personajes principales. La mayor fortaleza del filme proviene, irónicamente, en un notorio cambio de tono respecto a la característica principal de la protagonista. En el filme original, la pérdida de memoria a corto plazo de Dory era un simple gag a medida que la historia progresaba. En esta película, por el contrario, se le da un gran peso dramático a su condición.

Sin entrar en detalles, muchas escenas resultan sumamente conmovedoras para los espectadores; niños y adultos por igual. La historia tiene momentos hilarantes que te harán llorar de la risa, pero gran parte de las lágrimas que correrán por tus mejillas serán provocadas por escenas derechamente emotivas. Es un largometraje original de Pixar después de todo: cuando pega, pega fuerte. La película es una verdadera montaña rusa de emociones, y me atrevería a decir que toca más fibras sensibles que su antecesora. Eso dice mucho, considerando que lo primero que vemos en “Buscando a Nemo” es a Marlin despertar de un desmayo y descubrir que su pareja, junto a 299 de los huevos que habían críado juntos, habían sido devorados por una barracuda.

“Buscando a Dory” no debería por qué haber existido. Piénsenlo: es la secuela de una exitosa película que no necesitaba una segunda parte, protagonizada por un personaje secundario, y estrenada más de diez años después que la original… sin embargo se estrenó hace poco, y es de esas raras secuelas que resultan ser igual de buenas que su antecesora. Totalmente recomendada. Por último, ¿recuerdan que “Buscando a Nemo” tuvo una pequeña escena post-créditos? Bueno, les recomiendo que no se vayan de la sala una vez que el filme haya terminado. Vale la pena esperar.

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