El jueves 4 de abril, estuvimos presentes en el Movistar Arena para presenciar el último espectáculo de Arcángel en Chile. Durante el evento, pudimos observar tanto los momentos destacados del espectáculo como las sombras que dejó el artista puertorriqueño. A continuación te comentamos nuestras impresiones y experiencias desde adentro.
Capítulo 1: La génesis
Los chiflidos comenzaron puntual hasta pasadas las 21:10 cuando, de repente, se apagaron las luces. El público dejó de apretar los labios en señal de manifestación para, en su lugar, abrirlos enérgicamente, liberando su euforia en gritos mientras maniobraban sus teléfonos con el objetivo de grabar el inicio del espectáculo. Sin embargo, la decepción fue grande cuando se dieron cuenta de que no era la persona que tanto esperaban. Así fue como ocurrió: un miembro del staff subió al escenario para interpretar un par de canciones y ganar algo de tiempo con la audiencia. La expectación crecía a medida que pasaba el tiempo. Pero la espera no se prolongó mucho más; “La Maravilla” apareció con bombos y platillos en cosa de minutos. Al centro y de blanco, rodeado de bailarinas, Arcángel daba inicio al SE+M Tour.
La energía que inundaba el Movistar Arena era de un entusiasmo sin igual. Tan intenso era el ambiente, que no pasó mucho tiempo antes de que encendieran uno que otro cigarrillo de marihuana, en señal de bienvenida al puertorriqueño. De manera simultánea, el público se apiñaba para intentar verlo más de cerca. Pero en cancha vip, donde estaba ubicada, la visión se vió completamente obstruida. Un infante, encaramado en los hombros de una mujer, bloqueó la vista de toda una fila de espectadores. Entre el humo del cannabis, el recién llegado obstáculo y los teléfonos que se alzaban a mi alrededor, presentí que quizás no disfrutaría del espectáculo desde tan cerca. A pesar de ello, decidí quedarme.
Generalmente es así cuando llega la hora del show principal, de alborotos y euforia, pero no me había dado por aludida cuando estaba el telonero Lucky Brown hasta que la situación pintó de esa manera. Aunque siempre voy con la actitud de dejarme sorprender por la música, la mayoría de las veces, me quedo más con situaciones del entorno que me sorprenden y que sólo allí logro vislumbrar. Entonces, descienden de las alturas al infante (no sin haber dejado una ola de reclamos tras de sí), para dar paso a una visión mucho más clara, y allí estaba él, Arcángel, el legendario cantante de reggaetón. Encendiendo al público a mi alrededor con sus nuevas canciones del álbum “Sentimiento, Elegancia y Más Maldad” (2023), aportando una elocuencia digna de un predicador.
La labia se abrió paso por entre “Flow Cabrón” y “La Chamba” buscando dar indicios de lo que nos esperaba. Un concierto de más de dos horas de trap latino contundente.
Capítulo 2: El evangelio
Con una copa de champagne burbujeante, Arcángel inauguró la sección “Mi pizca personal”, presentando una serie de singles en colaboración que llevan su sello distintivo. Entre ellos resaltan “Travesuras -Remix” con Nicky Jam y “La Jumpa” con Bad Bunny, éxitos que definieron uno de los momentos más memorables del espectáculo. Sin embargo, mientras el artista compartía sus pensamientos entre canciones, me sorprendió la marcada carga de sexualidad que trascendía más allá de las letras, manifestándose incluso en gestos explícitos.
Lo que no es ninguna sorpresa, pues el contenido sexual está presente constantemente en los videos de música urbana, una tendencia que se hace evidente con solo echar un vistazo. El asunto, esta vez, es que resulta intrigante la manera en cómo se entrelaza con mensajes de felicidad, amor, consciencia e incluso humanidad. Esta amalgama plantea una pregunta que no puedo ignorar: ¿Debería la música urbana continuar reproduciendo este tipo de expresiones? ¿Se espera que los fanáticos de este género musical también apoyen tales representaciones?
“El mago”, “el maestro”, como se autodenominó Arcángel en el concierto, difumina la delgada línea entre una crítica consciente de clase y una verborrea egocéntrica. Y él mismo lo reconoce, exhibiendo una arrogancia que me impide disfrutar de la siguiente sección: “La máquina del tiempo”.
Capítulo 3: El apocalipsis
Cuando el reloj marcaba las 22:37 sonó “Aparentemente”, uno de los clásicos más memorables que me hizo recordar por qué había acudido a la cita. Lo mismo ocurrió luego con “Ganas De Ti” y “Pa’ Que la Pases Bien”, reggaetones que me hicieron bailar una y otra vez en la adolescencia. Sin embargo, en ese instante, percibí un cambio de actitud en mí; no pude corresponder a las expectativas creadas y no canté con la misma pasión que lo hago cada vez que la escucho actualmente. El discurso evangelizador de su creador me había dejado fuera de juego.
Salí del tumulto para tener una vista panorámica de la gente que allí se encontraba y el cansancio ya se reflejaba, pero también las ganas de seguir la fiesta que “Papi Arca” desataba para muchos ellos. Aunque ya no para mí. Soy testigo así de la última sección: “¿Qué tu quieres que cante?”.
Este momento final dio paso a los fans para que pidieran un par de canciones más, muchas de las cuales interpretó a capella, tratando de satisfacer a cada uno de los asistentes. Para concluir, Arcángel entonó “ALV”, un tema en colaboración con el Grupo Frontera. Algo más suave y comercial para poner fin a la velada en el Movistar Arena, pensé.
Situación que me llevó a una última reflexión respecto a la notable polaridad que caracteriza a la música urbana. Es fascinante observar cómo, en ciertos casos, las rimas románticas se alzan sobre el historial de letras más desafiantes o controversiales, colocando el amor en un pedestal por encima de la confrontación. Es como si la música urbana, a través de estos temas románticos, se permitiera brillar con luz propia, eclipsando momentáneamente las narrativas más ásperas.
En este contexto, surge una interrogante inevitable: ¿quién soy yo para juzgar? ¿Quiénes somos para cuestionar la dirección que toma la expresión artística? La música urbana, al igual que cualquier forma de arte, es un reflejo de la complejidad y diversidad de la experiencia humana. Lo que puede parecer una contradicción superficial a primera vista. Pero que, en última instancia, nos desafía a abrazar la multiplicidad de perspectivas y emociones que coexisten en el universo de la creatividad.
Así como la maneras de dar lugar a un show, donde el artista es el dueño y el responsable de conducir a los espectadores por entre sus recovecos. Cada quien lo hace como quiere y como puede. Y aunque no esté de acuerdo con las maneras expuestas, entendiendo que habían infantes presentes, aún creo en la libertad y en la apertura de aceptar que hay un sinfín de manifestaciones, oradores, cantantes y, claro está, predicadores.
