David Guetta en Estadio Sausalito de Viña del Mar: entre luces y sombras

Este sábado 30 de diciembre, el aclamado DJ francés, David Guetta cerró el año con el último concierto de la ciudad jardín, en el Estadio Sausalito. Tras casi una década sin visitar Viña del Mar, Guetta trajo consigo Monolith, su show más reciente, que es protagonizado por un set de pantallas gigantes verticales que hacen de monolito y cambian a medida que avanza el concierto.

Luces y sombras

Por un lado, el show destacó por su su impecable orden y producción. Desde la llegada al recinto, fuera del corte de calles obligatorio para ordenar la zona perimetral del estadio, todo estaba organizado y señalizado claramente. En las afueras del estadio habían distintos stands y carritos de comida establecidos, distintos puntos de venta, y con un flujo controlado de gente.

Las entradas a los distintos sectores galería y cancha no presentaron mayores problemas, tanto a la entrada del concierto como a la salida, que fue expedita en general (considerando el alto número de asistentes). Además, habían puntos de venta de bebestibles incluso adentro de algunas zonas de cancha frontal y general, lo cuál fue una grata sorpresa. A ratos parecía un nivel de producción más similar al de un pequeño festival que al de un concierto en solitario.

Foto: Gerardo Aliaga (@geraliagar)

Ahora bien, en términos del show en sí mismo, hay sentimientos mixtos. Visualmente, Monolith es un concierto de primer nivel. Incluso para el estándar que suelen acostumbrar las presentaciones en vivo de electrónica, las luces sumadas a la pirotecnia y el fuego empleado para los momentos peak de las canciones, ayudaron a realzar las emociones de todos los asistentes.

Esto, y las pantallas centrales, que iban ciclando entre distintas animaciones 3D que conseguían efectos extremadamente realistas, eran un espectáculo en sí mismas. Dicho eso, a ratos parecía que no tenían relación alguna con los contenidos de las canciones.

La música electrónica no se destaca por poner grandes letras como elementos centrales de sus temas, muy por el contrario, el foco suele quedarse en la producción musical en si misma. Aún así, parece una oportunidad perdida no haber ocupado el tremendo apoyo visual que son los monolitos para darle un valor agregado no solo a las canciones, si no también a su interpretación en vivo, pero eso es harina para otro costal.

Un punto a recalcar, es que para poder disfrutar de la experiencia completa del monolito, la posición como espectador es clave. En un principio, me situé cerca del escenario en el sector de Cancha Frontal, ligeramente a la derecha, viéndo a David Guetta desde una diagonal. Si bien podía verlo de forma más clara a él, las visuales no tenían mucho sentido. Eso era hasta que me alejé, más cercano a Cancha General, y me puse lo más al centro posible en relación al escenario.

Foto: Gerardo Aliaga (@geraliagar)

Fue ahí que la perspectiva me ayudó a apreciar mucho mejor la calidad y el trabajo dispuesto en las imágenes del monolito. Curiosamente, para este concierto en particular, pareciera que las entradas más económicas tienen una mejor posición en este sentido que las entradas más costosas, que ofrecen una vista directa del artista más cercana, a costa de la perspectiva correcta para las pantallas (que en este show son casi un atractivo en si mismas).

Hasta aquí todo bien. Guetta se caracteriza por sus grandes producciones visuales en conciertos, asi que es lo esperable. No olvidemos eso si, que antes que un show de luces, esto se supone que es un show musical, asi que volvamos a lo importante.

Foto: Gerardo Aliaga (@geraliagar)

Música y performance

Para ser uno de los exponentes más populares de su género, pareciera que David Guetta no muestra demasiado entusiasmo en sus conciertos. De la hora y media de concierto que dio, no ocupó mucho el escenario ni saltó para motivar al público a excepción de temas particulares. De hecho, se quedó gran parte de la noche (si es que no toda) en su metro cuadrado detrás de la mesa de control, algo que ante mis inexpertos ojos de espectador en este género en particular, parecía un poco desmotivante para un show de estas características.

Aún así, en las pocas interacciones que realizó, se mostró agradecido y afectuoso del recibimiento por parte del público viñamarino. Sumado a eso, aprovechó de mostrar algunos remixes de canciones que todavía no lanza formalmente al público, ocupando samples de clásicos como The Final Countdown de Europe o With Or Without You de U2.

Algo que me veo obligado a mencionar fueron las bajadas de volumen en algunos puntos claves de las canciones. Cada cierto tiempo, David disminuía el volumen de sus temas en las partes más icónicas como el coro, buscando que el público cantara en su reemplazo.

Foto: Gerardo Aliaga (@geraliagar)

¿Alguna vez tuvieron que bajar el volumen de la música para no despertar a los vecinos en medio de un carrete? Bueno, lo sentí parecido.

En algunos canciones funcionaba, mientras que en el resto destruía cualquier tipo de momentum generado entre el público y el DJ francés. Y esto no es un error del sonidista o del equipo, es cosa de buscar otras versiones de este mismo show en otros países, y el fenómeno se repite. ¿Era muy difícil tener una pista de solo las voces de las canciones separada para solo mutear eso en vez de la canción entera?

Dicho todo, esto no quiere decir que fue un mal concierto. En resumen, Monolith es un show que brilla por su producción, una que fue disfrutada por la mayoría del público, pero que también fue eclipsada por ciertos detalles que la mantienen alejada de su máximo potencial. Eso, sumado a una performance que deja que desear por parte de Guetta, abren distintos espacios de mejora para futuras visitas a nuestro país.

Foto: Gerardo Aliaga (@geraliagar)

 

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