El 20 de mayo de 1990 se liberó al mundo “Corazones”, el cuarto disco de Los Prisioneros. Un álbum especial que llegó a cambiarlo todo. Una aventura donde su líder, Jorge González se atrevió a dejar de lado esa faceta rockera y punk que lo caracterizaba junto a sus compañeros, para hablar del romance y el dolor.
“Uno llega a cierta edad en la que puede escribir de amor”, explicaba Jorge González en una entrevista del diario “La Época” en 1989, mientras planeaba el lanzamiento de este nuevo y extraño disco que sin saberlo se convirtió en una guía para la música chilena y el pop crudo que los llevó a debutar en Viña.
Mientras Jorge González, Miguel Tapia y Claudio Narea se hundían en la polémica, “Corazones” daba silenciosamente sus primeros pasos. Narea buscaba alejarse de la banda por “problemas personales” cuando este nuevo disco comenzaba a tomar forma. La voz de Los Prisioneros quería explorar nuevos sonidos, quitarse la etiqueta del rock y ese hecho, incluyendo otras disputas, no simpatizó a su guitarrista.
Jorge González quería seguir a toda costa con su nuevo concepto y sin la compañía de la banda tomó un avión a Los Ángeles, Estados Unidos para grabar las canciones bajo la mirada de Gustavo Santaolalla, el productor del disco que permitió que “Corazones” se inundara de melodías pop, electrónicas y letras desgarradoras. Claudio Narea abandonó el grupo a inicios de los 90′ y no formó parte de los créditos del disco, a pesar de haber participado en los primeros pasos de su creación. La nueva faceta de la banda tampoco convenció a su mánager Carlos Fonseca, quien dejó de trabajar con la banda tiempo después.
Inspirados por los ritmos del new wave, Jorge González y Miguel Tapia iniciaron este nuevo camino que contó con la participación de Cecilia Aguayo, la tecladista que brindó nuevos aires al grupo y que junto a esta “nueva imagen” entorno al amor, lograron debutar en el escenario del Festival de Viña por partida doble en 1991.
La deuda pendiente
Desde su éxito en los 80’, los seguidores de la banda soñaban con corear sus canciones en el evento musical “más importante” de Chile. Por esta razón, el debut de Los Prisioneros en la Quinta Vergara no pasó desapercibido para nadie. Si bien, el show se desarrolló generalmente sin polémicas, marcó una etapa importante para la escena musical donde Jorge González, Miguel Tapia y Cecilia Aguayo, acompañados por Robert Rodríguez hicieron magia con una batería, sintetizadores, un teclado y una guitarra.
La primera jornada del festival es recordada como un éxito. Jorge González presentaba al mundo este nuevo material que era bien recibido por el público juvenil sediento de la “fiesta”. Canciones como “Estrechez de corazón” o “Tren al Sur” fueron coreadas a gritos sin problemas, mientras que clásicos como “Porque no se van” o “Sexo” se convirtieron en protagonistas de la noche “rockera” que logró satisfacer y cumplir esta deuda pendiente de manera exitosa.
El plan de Jorge González era entregar a sus seguidores dos shows diferentes. Uno donde las guitarras fueran las protagonistas y el segundo donde el universo de las secuencias y los sintetizadores se robaran las miradas y la idea era un riesgo. “Jorge me dijo ‘qué importa, si total van a aplaudir igual’, totalmente despreocupado del cuento”, explicaba años después Carlos Fonseca, quien admite que se opuso a este “concepto” al punto de determinar el fin de su trabajo con el grupo.
Sin embargo, la segunda noche de Los Prisioneros en Viña marcó un antes y un después. La jornada del pop mostraba a un Jorge González emocionado cantando y bailando sin pudor, un Miguel Tapia recorriendo el escenario para interactuar con su público, mientras Cecilia Aguayo bailaba y posaba como en esas exóticas presentaciones que realizaban “Las Cleopatras”, mostrando un espectáculo de lujo donde la pasión en el escenario era lo esencial.
Distinto era detrás de cámara. La presencia de Los Prisioneros en televisión luego de ser “vetados” constantemente por su actitud generó ansiedad en la prensa a tal punto que terminaron criticando hasta el último movimiento del cantante de la banda, entregándole el “Premio Limón”, un galardón especial que lo definió como “el personaje más desagradable” del Festival. “Hay que estar malo de la cabeza para entregar este tipo de premio. Sobre todo, a nosotros que somos tan simpáticos”, decía irónicamente González a los medios criticando la “broma” de la prensa.
Pero esos hechos no fueron relevantes para el siguiente show que brindó en la Quinta Vergara. Mucho más suelto que en la primera velada, Jorge González mostró sus emociones sin culpa cantándole al amor, al desamor, a la amistad, a las injusticias, al profundo dolor. Tirando lejos el micrófono mientras cantaba desde el suelo “Es demasiado triste” o hablando sobre los “orgasmos de amor” en la introducción especial para “Tren al Sur”.
Al igual que en su primera jornada, Jorge González lanzó dardos a aquellos que no comprendían “Corazones Rojos”, mientras Cecilia Aguayo apuntaba con una pistola a las cámaras bailando detrás de su teclado. Las injusticias se volvieron protagonistas en esa especial introducción de “El baile de los que sobran” y casi 30 años después, todas esas imágenes podrían considerarse como una pauta para la camada de músicos que crecieron viendo este espectáculo y que hoy utilizan estos elementos como ejemplo para actuar en un escenario y bien lo sabían Los Prisioneros cuando le hablaron a las nuevas generaciones.
“Nos acordamos de toda esa gente que nos hizo pensar que nosotros también podíamos hacerlo… quiero decirle sobre todo a la gente que es chica, que nos miren a nosotros y que por favor en diez años más estén parados acá haciendo algo diez veces mejor que lo que hacemos nosotros”, decía fuertemente González antes de despedirse del escenario de Viña con su última canción y su público escuchó.
Artistas como Javiera Mena, Gepe, Alex Anwandter, entre otros han hablado públicamente de la inspiración que generó este disco en sus carreras musicales y el mismo hecho se repite con las nuevas generaciones que año a año crecen escuchando “Corazones“, mirando los cimientos de la época y esta presentación que forma parte de la historia del pop en Chile.
Tras su presentación en Viña del Mar “Corazones” se convirtió en el disco más vendido del año obteniendo “Disco de Platino”, sumando más de 180.000 copias y hoy es considerado como uno de los discos más importantes de la música chilena gracias a esas letras profundas y exóticas melodías que nos invitan a bailar, a secarnos las lágrimas, a crear sin vergüenza y tal como dijo esa noche Jorge González “a gritar porque sí”.
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