El recuerdo más triste de Acapulco

Por: Gabriel Labraña

Cuando estudiaba periodismo una reconocida periodista musical era mi profesora de Estilo II, ramo de redacción en la Universidad Alberto Hurtado. Hastiado de que mis compañeros dijeran que su sueño era llegar a la Rolling Stone gringa para suplir su falta de habilidades musicales lamiendo traseros de músicos anglo, decidí que mi examen final iba a ser el perfil de un músico, con fuentes documentales 100% internet. Obvio que me saqué un cuatro y algo por choro y leso, porque el perfil estaba lejos de estar bueno. Nunca salió en ninguna parte, salvo ahora, que Alberto Aguilera, ídolo del orgullo de clase y el sueño de todo el que fue pobre, se fue a la galería de los más grandes, dónde merece. Les dejo lo que escribí hace unos siete años.

El recuerdo más triste de Acapulco

Dicen que es un hombre de gustos extraños. Un filántropo musical. Que sus hijos poco tienen que ver con él. Millones de cosas dicen de Alberto Aguilera.

Es el menor de diez hermanos. De ellos sobrevivieron dos. Una niña y él. Su padre murió cuando tenía meses de vida.

Cuando, años después de esa tragedia estaba parado esperando un auto que lavar, apareció la directora del internado que lo cobijaría desde los cinco hasta los trece años, lugar del que decidió fugarse para salir al mundo a hacer carrera en lo que de verdad le apasionaba.

“A los dos días fue una trabajadora social y me dijo ‘es un niño muy preguntón’”, dijo la mujer que lo sacó del lavado de autos para llevárselo a estudiar, Micaela Acevedo, a quien Alberto ensalsa siempre que puede.

“Ya ni me acuerdo de cuando era niño. Me acuerdo que tuve una niñez bonita, no triste. Mi mamá no tenía tiempo de ir a verme, pero era feliz. Teníamos alimento y mucho cariño de la maestra Micaela Alvarado”, dijo Aguilera en una entrevista para la tv mexicana.

En el internado era visitado por personas que hacían beneficencia. Ningún pariente que él recuerde. Personas desconocidas que le regalaban dinero solamente por ser uno de esos niños abandonados. Por ser lo que su madre nunca quiso que fuera, por lo que trabajó siempre. Alberto era un niño abandonado, pero también alegre, inteligente y ahorrador. Las personas que visitaban el internado le dejaban dinero de vez en cuando, y él lo juntaba, en vez de gastarlo en dulces o golosinas, como sus pares.

Cuando el internado le quedó pequeño, tenía trece años y escapó con lo puesto a buscar el mundo que creía merecer.

Al menos eso pensaba a su corta edad. Hojalatas, burritos y cantos religiosos fueron forjando la personalidad del adulto. Tenía ese niño, un sentido de revancha con la vida que lo hacía vivir con una intensidad que sus cercanos, en cada escalón que debió superar, no dudaron en llamar resentimiento. Tenía sueños y nada lo iba a detener. Ya había dado el paso.

juan-gabriel-dos

Hijo de Victoria Valadez, empleada doméstica, soñaba, como en las teleseries mexicanas, sacar a su madre de la pobreza y la vida de servidumbre hacia horizontes que la lógica les había negado. A ella la veía poco. Muy poco. La relación entre ellos no era la mejor y cercanos no han dudado en decir a los medios que es más lo que Alberto quiere a su madre que lo que ella lo quiso a él. Entre más rechazo había, más soñaba Alberto con ver feliz a su mamá saliendo de la vida que los había condenado a separarse.

Y ahí decidió ponerse a trabajar. No paró hasta hoy. Fue ayudante de meseros en bares y clubes nocturnos, siendo un adolescente y forjando carácter. Del salto a la capital ni hablar. Él mismo lo resumió en una entrevista para el programa de la tv colombiana “El show de las estrellas”. “De mi ciudad (Juárez) me fui a la ciudad de México como cualquier chico que quiere luchar, batallar y lograr lo que se propone. Me dieron la primera oportunidad en la primera casa disquera en la que me presenté y la ‘Prieta linda’ fue la que me presentó con ellos. Mi primera grabación fue ‘No tengo dinero’ ”, dijo, con un tono humilde, obviando que justo antes de esto había sido detenido por una acusación de robo que fue considerada falsa.

De ahí en más solo sería éxito. Sus canciones eran compradas por otros intérpretes y su estilo de composición sencilla, emocionalmente comprometida con sus raíces y con la idiosincrasia mexicana. Ya antes de 1973 había participado en bandas sonoras de películas y tenía a su haber producciones discográficas de innegable éxito.

Alberto pegó duro en el alma de México. El mismo chiquillo que poco tenía que ver con Rafael, Julio Iglesias o los cantantes que imponían la tendencia por ese entonces. Del bar al estudio de grabación. De Juárez a ciudad de México. Del cielo al infierno. Y si la carrera de Alberto sonó en algún momento a cuento de hadas había que esperar a por un golpe muy duro. Uno que casi lo noqueó.

En diciembre de 1974 murió su madre, quien inspira quizás su mejor canción: “Amor Eterno”. De ahí en adelante sería sólo él y su hermana, con la que mantiene una relación distante, pese a que públicamente lo que se señala es que son muy unidos.

Paradójicamente, cuando su carrera más despegó fue cuando murió la razón de su ahínco en conseguir éxito. Una vez le prometió a su madre que le compraría una casa con todos los lujos que ella merecía por tantos años de trabajo y cumplió con un hecho simbólico. En cuanto pudo, compró la misma casa en la que su mamá trabajaba como sirvienta. Lamentó cada vez que pudo, públicamente incluso, que su madre no haya vivido para gozar junto a él los años de bonanza económica que vinieron después de su muerte. Los éxitos no amainaron, pero la felicidad se le hizo más escasa que antes. Alberto siempre tiene un trato distante con la prensa, reconoce la importancia de la misma en su carrera, pero sabe que hay temas que le son ingratos de tocar.

juan-gabriel-tres

Dicen de él que ha comprado a sus hijos, que biológicamente no tienen relación alguna, que son una pantalla para que el mundo no sepa de la real identidad privada de Aguilera. La prensa mexicana lo ha tildado de resentido, ligado a la pedofilia y mal empleador, además de uno de los peores posibles entrevistados, incluso, por sobre Luis Miguel. Así, su sello mediante, ha firmado contratos de exclusividad con medios únicos, tal es el caso de Univisión.

Y cuando Alberto pasó a llamarse “Juan Gabriel”, algo cambió en su vida. El músico talentoso, compositor simple y complejo de melodías de películas o discos completos de intérpretes de renombre mundial, transformó su sueño en realidad, aunque queda la sospecha de si realmente lo disfruta. El niño que trabajaba y huía de sus tormentos componiendo desde los trece años, se nota menos sonriente, con los años, con una mueca de comprensión y otra de pena al darle trabajo a su privilegiada y única garganta. Lo demás es historia conocida.

Total
0
Shares
Previous Post

Prográmate: Estos son los horarios del Festival RockOut

Next Post

Juan Gabriel se fue vestido de etiqueta