La consigna era una entre muchos de los presentes en el cierre de la décima edición del Lollapalooza: con The Strokes nunca se sabe, y más vale tener las expectativas bajas ante lo que pudiera suceder.
Había antecedentes buenos y malos: las criticas de su paso por el Lolla Argentina remarcaron su desprolijidad, cierto desgano de los músicos con el paso del tiempo (aunque esa ya es característico del grupo) y un setlist más ideal para fans que para oyentes promedio, con una notoria falta: “Last Night” no la tocaron.
Sin embargo, el quinteto neoyorquino parece estar viviendo su segundo aire (¿o tercero o cuarto aire?), con sus integrantes en mayor armonía y un disco de estudio de buen nivel como lo es The New Abnormal (2020). Precisamente, en esa línea llegaron hasta el escenario Vtr Stage y eso ya es un buen síntoma.
Esta vez, vimos a una banda con mejor sonido que en su anterior visita en el mismo festival (2017), más firmes, algo más prolijos y con un Julian Casablancas evitando que su eterno espíritu resacoso arruine los himnos de toda una generación como “You Only Live Once”, “Reptilia” y “Hard to Explain”.
Aunque su mayor hit también brilló por su ausencia en Chile, su fanaticada disfrutó en pleno de su set, incluyendo los temas de su último disco que fueron mayoría esta vez (5 temas de un total de 16), mientras asistentes de paso por el escenario aplaudían respetuosamente.
La falta de volumen no fue impedimento para disfrutar del final de fiesta, que si bien podría haber parecido anticlimático para algunos, contó con The Strokes en su mejor forma posible: sonando igual que hace 20 años, con hits memorables y más espontáneos como cuando intentaron dar forma a una canción con la base de los gritos “olé, olé, olé” del público, con Julian en modo autotune.
Con sus faltas y fortalezas, fue un show único e irrepetible… ¿y no es así como esperamos que sean los conciertos en un festival como Lollapalooza?.
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