Pet Shop Boys en Chile: Saber reinventarse después de 30 años

Que como nunca el Espacio Riesco sonó bien (aunque con el volumen algo bajo). Que este cubo metálico de Huechuraba se repletó. Que todo parecía una fiesta tan potente como la de los DJs que cierran el festival Lollapalooza. Que el show demostró que los Pet Shop Boys pueden mantenerse tan puros, frescos y sorprendentes tras 30 años de carrera, algo que muy pocos pueden decir.

Esos son algunos puntos claros que arrojó la cita de este jueves cuando el dúo británico volvió a nuestro país, para realizar la primera fecha de su gira mundial de promoción de su último disco, “Super”.

Todo empezó puntual a las 20:30 horas con la presentación de la canadiense Empress Of, quien se destacó al ser una buena carta de presentación para esta noche y un sorpresivo debut. La propuesta del proyecto de Lorely Rodríguez es algo minimalista que se sustenta por sí misma: sólo necesita de un par de máquinas para poder amar sus propias creaciones y automezclarlas con algunos hits ajenos, como temas de Queen y Prince, ganchos atractivos para aquelllos oyentes menos concentrados en lo que pasa adelante y que lograron atraparse por su música.

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Tras poco más de media hora, Rodríguez se despidió tras el buen recibimiento de un público que terminó de inyectarse vitaminas para empezar a mover los pies, y que después un rato de espera, pudo ver de cerca la nueva mutación de la banda de Neil Tennant y Chris Lowe: apoyados por una banda que incluía más sintetizadores, baterías con sonidos programados y una cantante de apoyo, las nuevas y los clásicos de estos ingleses sonaron más potentes que nunca, y armando la fiesta más grande de las que se han armado en sus últimos pasos.

Con círculos de colores que se multiplicaban y se combinaban de formas alucinógenas, “Inner Sanctum” arrancó todo con los beats en alto, seguido por el primer momento karaoke de la noche: el primer hit de estos chicos, “West End Girls”. Combinando repasos de las recientes “The Pop Kids”, la reggaetonera “Twenty-something” y “Burn” con temas rescatados de su discografía como “In The Night” (lado B de 1986), el repertorio giró en gran parte en dar nuevos colores a sus creaciones de la última década, con remozadas versiones de las lentas “Winner” y “Home and Dry”.

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Pero, como es natural en sus conciertos, los momentos más altos son los que corresponden a sus éxitos más universales, desde “New York City Boys”, “Se A Vida É”, la temprana “Love Comes Quickly” y la eterna “It’s a Sin” que provocaron los mayores gritos de la noche. Junto a esto, una performance mucho más eléctrica y repleta de lasers destacó en esta nueva experiencia de este tour. Dejando de lado los espectáculos más teatrales con ambiciosas escenografías, cambios de vestuarios y bailarines, Pet Shop Boys se la jugó ahora por las luces y el impacto visual de las imágenes proyectadas de fondo o ambientaciones (como los globos gigantes que se iluminaban con cada beat), elementos más cercanos a los shows electrónicos que nos tienen más acostumbrados los DJs más populares (llamense Skrillex o Calvin Harris, pero con mejor gusto estético).

Junto a esto, temas como “Left to my own devices”, “Domino Dancing” y “Always on my mind” sonaron más recargados, con nuevos sonidos que les devolvieron la vida, como si los 20 o 30 años de estos temas no hubiesen existido. Es la cualidad más notable de un grupo que constantemente se reinventa y apunta siempre hacia la modernidad, a pesar de lo que les diga su carnet. Algo que sólo los genios logran después de tantos años, sin sonar pasados de tiempo.

Créditos Fotografías: Claudia Jaime (Fauna Prod).

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