Tumbao Rebelde: El Rock Mestizo de Santo Barrio por Daniel Hidalgo

Por: Daniel Hidalgo

Cerca de los nueve años, a través de mis hermanas y de la radio, descubrí ese nuevo estilo que comenzaba a asomar en el dial: el “Rock Latino” es una frase que aparece hacia el inicio de Tumbao Rebelde. El rock mestizo de Santo Barrio. Libro de Cristóbal González que hoy nos convoca. Pensando en categorizarlo de alguna forma, podríamos decir que es una biografía personal sobre una banda en que el músico participó como también podríamos decir que se trata de las memorias de un baterista, que vivió algo de una época frenética. En lo personal, me gusta pensar que se trata de un análisis sociocultural sobre el momento en que un país -el nuestro, Chile- monta una ficción particular. La vuelta a la democracia, el libre mercado, la industria cultural, todos esos indicios de que los milicos habían quedado atrás y que la mercancía se convertía en nuestra nueva forma de entender la libertad, en todos los ámbitos de la vida.

Yo no conocí el rock a los nueve, sino más bien a los doce. En esa época llegó la rock and pop al dial de la radio a pilas que tenía en la pieza, en casa de mis padres que vivían en una casita en Recreo en Viña del Mar. Debo reconocer que me emocioné junto a este texto de Cristóbal con descubrir que al igual que yo quería ser un recopilador de información sobre el rock que nos interesaba. También coleccioné citas, entrevistas, recortes, de igual forma empecé a colaborar con revistas, con radios, etc. Cristóbal desde esa frase que enunciábamos al comienzo tenía un foco claro. No era cualquier rock el que le interesaba sino el latino, el rock latino, el que se escribía en español, en un contexto de posdictaduras, de cerros, de casas, de favelas, de poblaciones invadidas por la fantasía del progreso que nunca llegaba realmente. Hay ahí un declaración de principios que a lo largo de las páginas se argumentará y consolidará.

Mi familia era de esa ficción que comenzaron a llamar clase media pero yo más bien prefiero llamarle clase endeudada o clase inestable o clase trabajadora, al fin y al cabo, y pasamos por muchas casas en pocos años, yo pasé por muchas casas y finalmente una de esas fue la de unos tíos en Santiago. Era el año 96, no estaba yendo al liceo y en la televisión estaba el canal 2 Rock and pop, que junto a algunos suplementos culturales y revistas y radios, se convirtieron en una forma de educación autónoma más valiosa que cualquier año contestando preguntas en una sala de clases frente a un profesor agotado. Fue por esas fechas que conocí a Santo Barrio. Recuerdo que en los medios se adelantaba de alguna forma que serían una suerte de próxima revelación. Y podías verlos tocando en vivo, o en entrevistas, anunciando conciertos y participación en festivales. Recuerdo haberlos visto después, ya de vuelta en Valparaíso anunciando su EP en el programa de Angélica Castro, que veía sagradamente, semana a semana, con especial atención a esa escena final en que ella modelaba en bikini, justo en los créditos del programa. Era súper interesante cómo casi todas las bandas del nuevo rock chileno y no tan nuevo, aparecían ahí, ya sea en entrevistas, tocando en play back o en vivo, rara vez, o estrenando sus costosos videos producidos por las multinacionales para las que trabajaban.

Página a página, este libro me ha hecho a mí también trasladarme a la época. Muchas de las notas de prensa mencionadas por Cristóbal también las tuve yo, ya sea en recortes o en revistas empastadas. Es precisamente la época a la que nos remonta el libro en más de la mitad de su grosor. A la formación e impulso del Santo Barrio. A mediados de los noventas. Esa época en que mirábamos MTV como si fuera una suerte de sueño bolivariano cumplido, en que los canales de televisión nos hacían creer que un nuevo Chile había llegado, con glamour y tecnología, esa época en que una serie de multinacionales ligadas a la cultura abrieron sus filiales en nuestro territorio, con los medios especializados dispuestos a cubrirlas y a recibir su cuota.

Cristóbal, generosamente, no solo nos abre una ventana a su música, a su idea de una banda y su experiencia en ella, sino que también nos invita a conocer su infancia y juventud temprana, en donde vivió en distintos parajes que solo le confirmaban una cosa: buscaba una identidad en un mundo global, carente de ella. Se valdrá de anécdotas y de información muy bien recopilada para indagar en los músicos que respeta y otros que no tanto. A aquellos que admira y a aquellos que les tocó conocer en su aventura santobarrial. Del mismo modo y como decíamos al inicio, se da espacio holgado para la reflexión, para el análisis, para hablar de aquellos que, dado los contextos laguistas concertacionistas, se institucionalizaron y quienes no. Quienes eran cómodos al status quo y quienes solo mantenían el sueño de una banda latinoamericana, sin caer, claramente, en una inquisición. Cristóbal es consciente de su contexto, de que tiene una historia, algo que contar.

Vi pocas veces a Santo Barrio en vivo, los vi de hecho una vez en el Mr Egg, un espacio de Subida Ecuador en Valparaíso, muy niño, al que pude entrar porque una compañera del liceo era sobrina de la tía de la puerta, que era la dueña supe después. Luego en algún antro cerca de Avenida Brasil, en Valpo también, ahí Santo Barrio eran otros. Una banda que sonaba distinto. Que de alguna forma había crecido y llegado a otro lugar. Lo mismo se podía apreciar en sus discos: al menos en esa dualidad que conforman Tumbao Rebelde y Ahora es cuando. Uno muy deudor de los 90s, otro arraigado duramente en los 2000.

Tumbao rebelde, el libro, las memorias, las reflexiones de Cristóbal González, nos traslada no solo a la semilla que da vida a una banda, su ideología y experiencia, sino además a una época completa de nuestro país, en que la bruma parecía fiebre y cómo se sobrevivió a ella.

*Daniel Hidalgo es profesor, escritor y autor de la novela “Manual para robar en el Supermercado

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