Swans – “The Glowing Man” (2016): el fin de una era

El “fin” de Swans es un fin particular. La banda liderada por Michael Gira estuvo “muerta” (como él mismo la definió) del ’98 al 2010, y el 2012 comenzaron una trilogía de discos que partió con el tétrico “The Seer”, continuó con el filoso “To Be Kind” y hoy concluye con el etéreo “The Glowing Man”. Este disco no solo cierra una triada que muy probablemente será recordada con partes iguales de respeto y admiración en años venideros, sino que además marca un fin para las sonoridades que le conocemos a Swans, que ahora apuntará a un nuevo horizonte musical.

El disclaimer es necesario: “The Glowing Man” no es un disco para el oyente casual. Bordeando las dos horas de duración, solo está compuesto por ocho temas, varios de los cuales superan los 20 minutos, y más que un conjunto de canciones este álbum bien podría ser catalogado como una experiencia no-espiritual intrincadamente instrumentalizada, que transporta al oyente a un escenario mucho más amigable que el de sus dos predecesores sin dejar de lado la repetición furiosa, los extensos interludios y las letras oscuras.

Si “To Be Kind” era directo y furioso, “The Glowing Man” es meditativo, etéreo, panorámico. Aunque siguen estando allí esos momentos de insanidad característicos, las canciones ya no vienen de frente sino que rodean al oyente y buscan elevarlo en vez de aplastarlo. El ambiente a despedida se hace presente desde los primeros acordes de “Cloud of Forgetting” y culmina con naturalidad en “Finally, Peace” (en un gran momento de lucidez metadiscursiva).

Lo más destacable de este disco -uno en el que abundan los puntos destacables- es la naturalidad con la que transcurren las canciones más largas, como “Cloud of Unknowing”, “The Glowing Man” y especialmente “Frankie M”, una obra maestra contemporánea y que sirve como ejemplo perfecto para mostrar este punto: el tema parte con un coro a medio camino entre lo angelical y lo demoníaco que se mueve en oleadas hacia el ritmo más upbeat del álbum, aprovechando su propio impulso, y de la misma manera decanta en un indie que vuelve a tomar aire hacia el final antes de expirar. En un disco con este nivel de dedicación por los detalles y las capas de densa instrumentalización, cada canción se vuelve una pieza digna de ser analizada con detenimiento.

Swans

Aunque no existe una temática que una el disco completo, hay una tensión constante entre la espiritualidad que promueve la música de “The Glowing Man” a través de coros, trompetas, trompas y campanas tubulares, y la antiespiritualidad de sus letras, que hablan de la búsqueda de un estado de consciencia superior a través de sustancias (“Frankie M”) o del uso de la violencia para evitar un ataque sexual (“When will i return?”). Sí, las letras de Swans son muy, muy oscuras.

Entre tanto momento de saturación instrumental, Swans distribuye muy bien ciertos ambientes de droning donde se deja ver la improvisación, lo que ayuda a que el oyente se pierda entre las distintas capas sonoras que le van rodeando. Estas “ventilaciones” van apareciendo cada cierto rato y ayudan de gran manera a que escuchar este extenso disco lleno de capas sonoras no sea abrumador.

Si algo se le puede criticar al álbum es la sensación de déjà vu en ciertos pasajes que suenan demasiado similares a canciones de los dos discos anteriores, pero no es de extrañar considerando que estos tres colosos que conforman la última parte de la obra de Swans (los tres discos duran dos horas) están claramente relacionados. “The Glowing Man” es un cierre triunfal para una etapa brillante en la carrera del incombustible Michael Gira.

El futuro se ve auspicioso. Por un lado, Swans buscando nuevos sonidos promete discos distintos, lo que se agradece considerando que la nutrida discografía de los neoyorquinos puede volverse monótona si se sigue el mismo camino. Por otro, el sexteto pasará por Chile a comienzos de agosto en una cita que nos tiene a muchos contando los días. Como sea el caso, todo indica que seguiremos escuchando de Swans por un tiempo.

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