Que las entradas para el segundo concierto del cuarteto Warpaint agotara sus entradas rápidamente no era algo para sorprenderse. Siempre pasa con los shows gratuitos, y aunque hubo muchas personas que reclamaron por la entrega de tickets en tiendas de Converse, lo cierto es que no era tan difícil conseguir una pulsera gratis afuera del recinto antes del show (los indies son una comunidad generosa).
Ahora, que al momento de estar a minutos de que empezara todo, dos jóvenes de no más de 19 años tuvieran que escapar de la discotheque Blonide, presas de un ataque de pánico y un peligroso llanto incontrolable, es algo mucho más sorprendente.
Hay algo en esa mezcla de glamour, psicodelia-pop y algo de melancolía que encanta mucho al público local. Es una fusión clave en bandas que tienen mejor recepción en eventos como Primavera Fauna, y que en el caso de Warpaint las vuelve más como algo de culto. Y nada mejor que este reducto del Metro Unión Latinoamericana para concentrar la experiencia de verlas de cerca, y gratis como parte del ciclo Converse Rubber Tracks.
Es necesario desarrollar un poco en este último punto: como poca veces, un show sponsoreado por marcas tuvo a un público agradable, preocupado realmente de lo que estaba sucediendo en el escenario. Y eso se hizo sentir. Muchos recalcaron al día siguiente del show que la gente fue más amable que de costumbre, sin tanto ruido ni cuchicheo entre canciones, como suele pasar en este tipo de eventos donde suele ir gente invitada por marcas, sólo a mostrar su look que de disfrutar de un buen concierto.
Por casi una hora, y unos minutos extra tal vez, el cuarteto de chicas aprovechó esta segunda visita para presentar su segundo disco (el homónimo “Warpaint” del 2004), aunque, sin duda, temas más viejos como “Bees” y “Composure” hicieron estallar en gritos al público, al compas de las sensuales danzas de Theresa Wayman. Por su parte, Emily Kokal se robó el espectáculo al momento del bis, cuando subió sola al escenario con su guitarra eléctrica para tocar una sentida versión de “Baby”, lo que sería el peak de la noche junto con el tema siguiente, cuando el juego de luces golpeó directamente la bola disco de la Blondie, convirtiendo todo en una fiesta al ritmo de “Disco/Very”.
Por contraste, el recinto no ayudó a que Warpaint sonara como debía. Su potencia y sonido implacable, junto a un pulso que no se desarmó ni desafinó en ningún instante, no pudo ser apreciado en su totalidad en este lugar, más acostumbrado a los beats acaparantes de los temas bailables que suelen sonar todos los fines de semana en este templo clásico del carrete indie santiaguino.
Aunque duró poco, el público salió feliz del lugar cuando ni siquiera era medianoche. Era jueves y muchos tenían que trabajar, aunque otros aprovecharon la ocasión para quedarse en la fiesta que desarrolló en el local. Muchos de estos se sorprendieron al ver a las chicas de Warpaint salir por una salida alternativa cercana a la salida de Blondie. Quién iba a pensar que aún se podía asistir a un concierto gratuito de un artista extranjero, y más aún terminar la noche con un recuerdo fotográfico del artista de turno. Cosas que sólo en el mundo de lo indie puede ser posible tal vez en el presente.
**Fotografías por Jennifer Frías.