21 años han pasado desde la visita de Backstreet Boys a la Quinta Vergara. Ese lejano verano de 1998 en que Viña del Mar se llenó de histeria y emoción de fanáticas que solo esperaban una mirada, una palabrita de sus ídolos.
Para aquel año aún no acostumbrábamos visitas tan ilustres. Luego de la “ley del hielo” artística que representó la dictadura chilena, los 90 fueron la época en que, paulatinamente, los músicos tomaban enserio aterrizar en nuestro país.
En 1998, Backstreet Boys llegaba a Viña con su disco homónimo (1996) y Backstreet’s Back (1997), dos álbumes cargados de hits radiales. I’ll Never Break Your Heart, Quit Playing Games (With My Heart), Everybody (Backstreet’s Back) y As Long As You Love Me eran las cartas de presentación de su corta pero exitosa carrera.
Para el momento del show en el Festival de Viña, Backstreets Boys vendía discos de manera desquiciada. El primer trabajo del grupo alcanzó triple platino en Europa (más de tres millones de copias vendidas); mientras que su segunda placa llegó a los cinco millones de copias en el “Viejo Continente”. En América Latina ninguno de sus dos primeros álbumes vendió menos de cien mil copias, llegando a un peak de quinientas mil en Brasil.
El cartel de “superestrellas” llevó a que entre el 13 y el 14 de febrero de 1998, miles de jóvenes quisieran seguir lo más cerca posible a sus ídolos. Y eso de seguir es literal, porque no fueron pocas las fans que luego de esperar a la banda en el Aeropuerto de Santiago los siguieron hasta la “Ciudad Jardín”.
El lugar de vigilia fue el hotel Miramar (ahora Sheraton Miramar), donde llegaría la banda para alojarse. Las cinco mil fans de los estadounidenses repletaron Avenida Marina, junto al borde costero, generando un taco de proporciones importantes. Las ansias eran tales que antes de la llegada de la boy band ya habían chicas desmayadas, aunque la bataola se desató pasadas las once de la mañana, cuando el bus de los músicos llegó.
Gritos, llantos, más desmayos (alrededor de cincuenta según señalan los medios de la época) e intentos desesperados de acercarse y a lo menos tocar a los ídolos juveniles fueron la tónica de esos pocos minutos entre el arribo del bus y la entrada de los artistas al ascensor del hotel. A las fans no les importó la presencia de Carabineros ni la celosa custodia de los fornidos guardias privados de la boy band. Finalmente, la banda pudo llegar a la seguridad de sus habitaciones luego de un breve pero intenso despliegue de fanatismo.
La noche del 14 de febrero fue el día esperado. Backstreet Boys abrió esa jornada de festival con un rotundo éxito, haciendo que la Quinta entera comiera de su mano. Doce canciones formaron el setlist del grupo, regalándoles a sus fans la interpretación de Let’s Make a Toast to Our Love a capella y cerrando con la enérgica Everybody.
Sin embargo, la presentación de la boy band no estuvo exenta de incidentes. El primero fue la ola de desmayos que obligó a sacar de la Quinta Vergara a un gran número de fanáticas, derivándolas a los hospitales Van Buren y Gustavo Fricke de Valparaíso y Viña del Mar respectivamente. El segundo correspondió a la pifiadera que sufrió la humorista española Sarah Sanders por parte de las fanáticas de Backstreet Boys, quienes querían más de sus ídolos. La comediante, luego de su fallido show, afirmó que jamás volvería a presentarse en Chile.
21 años han pasado desde que el religioso fervor por los oriundos de Florida se tomó la “Ciudad Jardín”. Nick, Brian, A.J., Kevin y Howie regresan más viejos a Viña del Mar, con familia y nuevo disco bajo el brazo. Sus fans también están mayores, pero parece que la mesura de los años se descoloca al toparse con el inminente show de sus ídolos. Hay gente que puede que las critique por esa actitud pueril, pero creo que hay algo más detrás de eso: la revitalizante sensación de ser un adolescente de nuevo, de vez en cuando.
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