Corría el año 2015 y en pleno invierno del sur de Chile, una veraniega canción se repetía una y otra vez en mis audífonos. Era el primer tema que escuchaba con atención y con el que me interesé por el K-Pop. Eran las Red Velvet, un grupo rookie que debutaba con su canción “Happiness”. “Pero cómo las diferencias”, le repetía una y otra vez a Mayra, mi polola, quien me mostró el video.
A pesar de haber visto videos de K-Pop antes, ninguno me había llamado la atención. Ni su ritmo, ni el video, nada. Simplemente las cambiaba a penas empezaban a sonar. Pero “Happiness” tenía algo, ese toque que me hizo cuestionar mi rechazo al mundo oriental.
De esta forma comencé a interesarme por este género, a conocer más grupos, a sus integrantes e incluso a comprar merchandising. Fue así como descubrí que dentro del mundo del K-Pop –y la cultura oriental en general- todo tiene un orden.
Esfuerzo
Los “idols”, como se le denomina a los artistas del K-Pop, llevan tras ellos años de trabajo y dedicación. Comienzan desde muy pequeños en industrias multimillonarias que les ofrecen contratos a largo plazo, las que se encargan de financiar sus estudios, viviendas y su vida en general, no sin antes pasar distintas pruebas de selección.
Desde los 10 años -o incluso antes- los seleccionados comienzan a ser trainees y a preparar su futuro debut, que si las cosas salen como se esperan, no debería tardar más de 10 años. Sin embargo, hay trainees que nunca llegan a debutar. A pesar de los años de sacrificio, la lucha con el resto puede dejarte atrás en el camino.
Durante los años de entrenamiento, la rutina es dura. Se entrena, tanto el baile como el canto, sumado a una rutina de cuidado corporal extrema, la que lleva consigo dietas y cuidado facial.
Luego del debut, no viene el relajo, para nada. Pasan de ser trainee a un idol. Forman parte de un grupo, lo que significa seguir con los entrenamientos, ahora más continuos y duros. También son seguidos en todo momento por las cámaras de paparazzis y fans –sasaengs también-. A esto se suma el seguir cumpliendo con el estándar de belleza oriental, por medio de las mencionadas dietas y cuidado facial y ahora incluso se suman las cirugías plásticas.
De eso fue víctima Jonghyun del grupo SHINee, quien en diciembre de 2017 se suicidó, dejando una carta donde explicaba las razones de su decisión. La exposición pública y estar constantemente sometido a los estándares de perfección coreanos le pasaron la cuenta al cantante, quien arrastraba un cuadro depresivo unos meses antes del deceso.
Orden
Y como lo mencioné recién, las industrias son las que mueven este mundo. Porque a pesar de ser cuestionadas por los tratos –muchas veces denigrantes- con los artistas, aunque no lo queramos, son parte fundamental del K-Pop.
Actualmente, son tres las que dominan el mercado: SM Entertainment, JYP Entertainment y YG Entertainment.
La primera alberga grupos históricos como Girls’ Generation y Super Junior y más nuevos como Red Velvet y EXO. La otra tiene a su haber grupos como 2PM, Got7 y TWICE. Y la tercera a Big Bang, BLACKPINK y a las disueltas 2NE1.
Son estas industrias las encargadas de dar vida a los grupos. Crean las canciones y coreografías, administran sus salarios y organizan sus tours. En resumen: dominan su vida en todos los aspectos.
Pero el dominio de sus vidas a veces abarca aspectos demasiado personales de la vida de los artistas. Se rumorea (muy fuerte) que los artistas los primeros años dentro de la industria, no pueden tener redes sociales personales, sino que cada grupo mantiene una sola para todos los miembros; tampoco pueden tener celulares e incluso, tienen que vivir juntos. También están prohibidas las relaciones amorosas. De esto deriva la polémica que hubo hace unos días entre la cantante HyunA y el cantante E’Dawn, ambos miembros del grupo Triple H, quienes fueron despedidos de Cube Entertainment, la empresa a la que pertenecían, por supuestamente romper los lazos de confianza con ellos, simplemente por haber anunciado que llevaban una relación hace más de dos años.
Su vida entera debe ser dedicada a la escena musical. Porque dentro de este mundo, nada es a la ligera. Todo lleva un orden, el que se muestra claramente en los videos.
Es que, ¿han visto los videos de K-Pop? Todo está bien hecho. Los movimientos de cámara, las locaciones, los colores, vestuario que combina con los peinados, las historias. Y qué decir de las coreografías, que aunque sean 100 personas (SÍ, HAY COREOGRAFÍAS DE 100 PERSONAS!!!) salen perfectamente coordinadas.
Hay videos dignos de millones de visitas. Algunos ejemplos son Blood Sweat & Tears de BTS, donde se muestran cuadros visualmente muy atractivos; What Is Love? de TWICE, donde abundan las referencias a películas; DDU-DU DDU-DU de BLACKPINK, donde la lujuria es protagonista; y Dumb Dumb de Red Velvet, un video muy conceptual.
Ningún detalle se deja pasar. Todo es importante. Y al final, es esto lo que cautiva a los fanáticos y, por otra parte, lo que el mundo por fuera no logra dimensionar y solo mantiene la crítica a la “baja” calidad musical o infantilidad en los conceptos, que al fin y al cabo terminan siendo solo prejuicios.
El K-Pop es más que dulzura, colores fuertes, coreografías muy coordinadas y “chinos iguales”. No subestimemos el K-Pop.